Thursday, August 22, 2013

La Plaza

Era una mañana como cualquier otra. La somnolencia y la fiaca no disipadas por el café solitario del desayuno, lo acompañaban camino al trabajo. Todavía no había terminado de abrir los ojos por completo. Hacía menos de veinte minutos que el despertador lo había traído de regreso al mundo de los mortales. Y mientras caminaba apurado por la calle, trataba de acordarse de las cosas que tenía que hacer esa mañana. El viento que de a poco empezaba a soplar prometía  facilitar las cosas y ya estaba llegando a la plaza con el piloto automático puesto. Le gustaba pensar que era piloto, que era un avión y jugaba a imaginar vuelos rasantes por las calles vacías. Alguna que otra maniobra, sacada de las películas de guerra, le venía de vez en cuando a la cabeza y entonces hacía algo osado, como cruzar la calle o cortar camino por medio de las plazas.
Dormido, empezó a cruzar diagonalmente la plaza de la Intendencia y mientras rodeaba uno de los monumentos, erigido en el epicentro del paseo, pensaba en la improbable utilidad de una "Central de Semaforización Inteligente", que de eso se trataba el monumento o edificio en cuestión. En ese momento los vio.

Su visión de la realidad cambió automáticamente. Cámara lenta. Planos cortos. Blanco y negro.
Eran dos. Venían caminando por el pasto. Flacos, muy flacos. Pelo largo, oscuro, aparentemente muy sucio, a medio camino de un trenzado rasta. Uno tenía barba. Ojos oscuros, muy abiertos. Camperas de jean y vaqueros ajustados, no sabía si elastizados, más bien tipo Heavy. Zapatillas blancas muy sucias y borceguíes. Discutían. Podía verlos gesticular, pero no alcanzaba a oír lo que decían. Estaban nerviosos. Empezaban a putearse. Eso si lo podía escuchar.
Dejo de caminar y giró en dirección a ellos. En ese momento se dió cuenta de que no era el único. A pocos metros delante de él una mujer también se había parado a mirar. Cómplice.
Siguió mirando el cuadro animado y decidió obviar los sonidos, concentrarse en las imágenes, los movimientos.
La pelea, discusión o lo que fuera, seguía. Un empujón, otro empujón. Aparentemente estaba por presenciar una típica demostración de violencia física, o mejor dicho la versión underground de una típica demostración de violencia física.

Intentó predecir una piña y se equivocó. En ese momento uno manoteó los pelos del otro y lo tiró al pasto en medio de una rabiosa puteada. El caído, con una poco ortodoxa patada tumbó al piso al que había quedado en pié y se empezaron a pegar galletazos con los puños cerrados. Las puteadas y gritos seguían, y aparentemente nadie pensaba cortar la escena. Escena, como en el cine, le gustó la idea.
Se cansaron enseguida. Quedaron tirados boca arriba, uno al lado del otro. En el fresco de la mañana podía ver el vapor de sus respiraciones subir regularmente.
Espero un momento. Cuando ya se estaba por ir, siguiendo su camino al trabajo, vió que los dos se paraban trabajosamente. Se miraban. Esperó que uno de los dos sacara un cuchillo y cortara al otro. En lugar de eso, se acercaron y uno cruzó su brazo por encima del hombro del otro. Se abrazaron y se fueron caminando por el pasto. Se bamboleaban rítmicamente y seguían la misma dirección por la que habían venido. (Fundido a negro y final).

Lentamente, él también empezó a caminar. Pensó en que iba a llegar tarde al trabajo y no iba a poder explicar porqué. Pensó finalmente, instantes antes de comenzar a olvidar el cuadro, que si él hubiera sido el director, hubiese usado el cuchillo.

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