Sunday, July 10, 2016

Spanglish VIII


No se vieron esa misma noche. Al final él no la llamó. Pasaron unos días en los que solo mantuvieron contacto esporádico por Whatsapp. El seguía con su rutina, yendo a la facultad y tratando de hacerse a la idea de que ella había vuelto.

Quedaron en verse en el departamento de ella, unos días mas tarde... a la tardecita, como para tomar unos mates.

El llevó unas facturas de la panadería Futura. No le quedaba de paso, pero esas facturas lo volvían loco. Las facturas que tenían una cereza arriba, tenían una cereza en almíbar de en serio y no esas bolitas de gelatina que la mayoría usaba ahora.

Se sentía festivo. Recorrió las últimas cuadras hasta el edificio de ella casi sonriendo, livianito... Llegó a la puerta del edificio. Tocó el portero. Pasaron unos segundos y ella atendió. Empujó la puerta cuando ella le abrió y atravesó el lobby del edificio. El guardia no estaba. Habían cambiado los cuadros de las paredes.

Se paró frente a los ascensores. Presionó el botón de la derecha. Esperó que el ascensor llegara a la planta baja. Cuando la puerta se abrió, entró rápidamente mirándose en el espejo. Estaba barbudo y tenía cara de cansado, pero seguía sonriendo.

Llegó al piso de ella. Al abrirse la puerta del ascensor, caminó hasta la puerta del departamento y tocó el timbre. Ella abrió la puerta.

- Hola. Pasá, pasá... - le dijo ella, mientras agarraba el paquete de las facturas. - Voy a poner esto en una panera.
- ¿Tenés listo el mate? - alcanzó a preguntar, mientras la veía irse hasta la cocina.
- Si, está listo... ahora lo llevo - Contestó ella desde la cocina. Cebaba unos mates riquísimos. Amargos. Con el agua bien caliente.

Ella volvió de la cocina con una bandeja con el mate y una panera de mimbre con las facturas. Apoyó la bandeja en la mesa ratona. Se sentaron en el sillón de cuero gastado. 

Ella preparó el mate en silencio. Cebó un poco de agua en una pequeña tacita, esperando que el agua se enfriara un poco. Ella le había enseñado que el primer mate tenía que cebarse con agua tibia para que la yerba no se lavara tan rápido y el mate durara más.

Se miraron durante unos largos segundos. Y sonrieron. Con los ojos.

- Te extrañé mucho... ¿sabías? - dijo ella sin dejar de mirarlo... cebando el mate con la tacita de agua tibia.
- mmm... no sé... me parece que estuviste muy ocupada viajando y paseando - contestó él.
- Más o menos... no tan ocupada... - dijo ella y tomó el primer mate, tibio.
- Yo también te extrañé - dijo él - es no termino de acostumbrarme a los mensajes, el chat... prefiero charlar, conversar...
- Uh... sonás como mi vieja - dijo ella pasándole un mate con espumita.

El se quedó mirándola mientras tomaba el primer mate. Ella agarró una factura. La forma en que agarró la factura era tan propia de ella, tan característica. Sosteniéndola con la punta de los dedos. La miró masticar. Y después le miró la panza. La panza que empezaba a asomar en medio de la pequeña mujer.

Ella lo miró. Vió la mirada de él clavada en su panza. Esos ojos dulces. La sensación de tranquilidad. Tomó el mate que él había dejado sobre la mesa ratona, distraído. Cebó otro mate. 

- ¿Te gusta mi panza? - preguntó mientras acercaba la bombilla a sus labios.
- Si... me gusta mucho tu panza... es redondita... chiquita... - contestó él mientras se acercaba a ella.
- Sentí...tocala... - dijo ella mientras le tomaba la mano y la apoyaba sobre la panza.
El dejó la mano apoyada sobre la panza chiquita y de a poco fue acercando la cara, como si quisiera conversar con la panza. Apoyó una mejilla. Después el oído, como si la panza le fuera a contar un secreto.

Ella sonrío mientras veía como él tocaba despacito la panza a través de la tela de su remera. El acomodó la cabeza en su regazo y se fue quedando quietito, en silencio, sin dejar de oír lo que la panza tenía para decirle.

Así pasaron varios minutos y de a poco el se fue quedando dormido. Solo fue un ratito. Pero en ese ratito, el soñó que la panza le hablaba. La panza iba a ser una nena. Iba a jugar en una plaza. Iba a tener el pelo lacio como su mamá. Y un día lo iba a encontrar y le iba a tomar la mano, con su mano chiquita, igual que como lo hacía su mamá. Y le iba a contar las historias que su mamá le contó de él. Las historias del profe de la mirada mas dulce del mundo.

Monday, July 4, 2016

Un recuerdo de mi hija desde el futuro


Cuando yo era chica, los fines de semana mi papá solía hacer asado. Le preguntaba a mamá si quería comer asado y después se iba hasta la carnicería Martín en su auto rojo y compraba dos o 3 cortes de carne. Compraba chorizos de cerdo, costillas de vaca que le gustaban a mamá, algún corte de cerdo y a veces alguna achura para mi hermano que se volvía loco por una molleja o un chinchulín. Poquito, igual siempre terminaba sobrando.
Cuando volvía a casa, juntábamos algunas ramitas y palitos y prendíamos el fuego y el se ponía a limpiar el quincho. Barría el deck de madera del quincho con un escobillon y después pasaba un trapo para tratar de limpiar las huellas de los perros, que con las patas llenas de barro iban dejando su marca sobre la madera. Después, limpiaba la mesa del quincho con un trapo, ponía un mantel y colgaba la hamaca paraguaya. Por último, se quedaba parado un ratito al lado del asador, contemplando su obra.

Cuando hacía asado, mi papá escuchaba música. Era el único momento de la semana en que él escuchaba música en casa. Supo tener un equipo de música que se fue rompiendo de a poco, en el cual escuchaba CDs de rock nacional y música brasilera. Cuando el lector de CDs dejo de funcionar, se puso a pasar toda la música que le gustaba a MP3 para poder escucharla en la compu o en algún celular. Al final, terminó usando solo el celular con Spotify, aunque renegaba porque a veces no encontraba la música que tenía ganas de escuchar. Y es que papá escuchaba música que nosotros no conocíamos. No eran temas que uno fuera a escuchar en la radio ni encontrar en las sugerencias de Youtube... Con el tiempo fuí aprendiendo los nombres... Allman Brothers, Alabama Shakes, el Siempreterno, Chet Baker... algunos más conocidos... los Rolling Stones, Eruca Sativa, Gustavo Ceratti, Nina Simone... Nina Simone le gustaba mucho. Yo no entendía lo que decían las canciones, pero me daba cuenta que Nina estaba triste... Un día, papa me mostró unas fotos de Nina Simone y la mujer triste resultó ser una mujer negra con un nombre italiano que vivía en los Estados Unidos.

Papá se recostaba en la hamaca paraguaya y escuchaba Nina Simone y miraba el patio en silencio. De vez en cuando, se acercaba al asador y agregaba un poco de carbón o daba vuelta la carne. Y después volvía a la hamaca... a ese lugar adonde Nina se lo llevaba con su voz.