Sunday, December 14, 2014

Cuando me muera...

Sinceramente, morirme joven no está entre mis planes. Sigo planeando / pensando que voy a vivir doscientos años. Planeo seguir leyendo y escribiendo y viajando y comiendo asados. Si Dios quiere, podré jugar con mis nietos y bisnietos y tataranietos. La gente me va a mirar pasar caminando tranquilo, con mas de cien años y va a decir: ¿Cómo hace para mantenerse así? Dicen que tiene más de cien años... y así seguiré recorriendo el tiempo / la vida hasta llegar a los dos siglos. Y algún día, cuando haya podido hacer todo lo que quería hacer cuando era chico, poco después de haber cumplido los doscientos años, me voy a quedar dormido como siempre, pero ya no me voy a despertar nunca más. Ese es el plan.

Pero solo en caso que algo salga mal... que algún avión no llegue a destino conmigo a bordo, o el freno de mi auto no funcione algún día... solo en caso que por alguna razón me muera antes de los doscientos años quiero dejar por escrito como quiero que me despidan:

1) No quiero un velatorio. No quiero que me velen muerto, horrible, descomponiendome cerca de la gente que quiero. Cremenme o entierrenme en cualquier lado inmediatamente. Rápido, rápido, a mirar las flores desde abajo. 

2) En vez de velatorio, quiero una fiesta. Fiesta tranqui. Que empiece al mediodía. Con mucha gente. Si hace falta, inviten desconocidos, pero que haya mucha gente.

3) Quiero que el Ñato haga un asado. Con la carne que el quiera. El sabe. Solo déjenlo hacer. Y coman y tomen todo lo que él les ofrezca.

4) Quiero que escuchen música de Las Pelotas y algunos temas de Calamaro y Charly Garcia. Al Salmón lo tenía medio cruzado, pero me terminé reconciliando por temas como Libertad o Estadio Azteca y por el simple de hecho que es un sobreviviente / testimonio vivo de mil vidas dedicadas a la música. Y algo de los Coplanacu y Pedro Aznar cantando folclore.

5) Quiero una torta que no tenga dulce de leche.

6) No quiero fotos ni videos de mi (persona). Quiero que se traten de acordar de mí solo con las imágenes que puedan guardar detrás de sus ojos.

7) Quiero que regalen todas mis cosas. Las que sirvan. Las demás, tirenlas.

8) Quiero que Cintia me cante una canción de despedida a capela, como cuando me cambié de trabajo.

Solo eso por ahora...

Sunday, November 2, 2014

Spanglish V

Sigamos con la historia de estos dos...


Ella abrió los ojos lentamente. La luz del velador se derramaba por la pared iluminando suavemente la pieza. Lo vió sentado al otro lado de la habitación. Sentado en la silla con rueditas del escritorio. La miraba concentrado. Inclinado hacia adelante en una posición que le pareció bastante incomoda. Los codos apoyados en las rodillas y las manos hacia arriba, soportando el mentón con las palmas y envolviendo los costados de la cara con los dedos. Parpadeó varias veces y se frotó los ojos que le ardían un poco, como si los hubiera abierto antes de tiempo.

- ¿Que estás haciendo ahí? - preguntó finalmente. Las palabras brotaron apenas de la garganta que empezaba a picarle un poco.
- Te miro... - contestó él, sin cambiar de posición ni dejar de mirarla.
- ¿Que me mirás? - preguntó ella.
- Te miro todo - dijo el esbozando una sonrisa.
- Te miraba mientras dormías... Cómo tu pecho subía y bajaba despacio, siguiendo el ritmo de tu respiración... - continuó él
- Cómo acomodabas las manos debajo de la almohada... Cómo las sabanas dibujan las curvas de tus caderas - esta última frase quedó flotando en el aire, mientras ella se empezaba a reir...
- Mentira... versero... ¡me estabas mirando las tetas! - dijó ella, riéndose al mismo tiempo que se terminaba de despabilar y se sentaba desnuda en medio de la cama.
- Si, eso también - dijo él mientras se levantaba de la silla y se acercaba a la cama.

El se subió a la cama, le apartó el pelo de la cara y le dió un beso. La volvió a mirar, esta vez directamente a los ojos. Se sentía, por primera vez en mucho tiempo, tranquilo, muy tranquilo.

Se quedaron sentados en silencio. La noche seguía fluyendo fuera de la habitación. Ruido de autos circulando a lo lejos.

- ¿Pórque me seguís dando pelota? - preguntó él, alejándose un poco de ella.
- ¿Cómo que pórque te sigo dando pelota? - contestó ella, parándose rápido a medio camino entre el enojo y la perplejidad.
Se hizo un breve silencio mientras ambos pensaban una respuesta...
- Vos decís... ¿Pórque estoy con un pelotudo como vos? - respondió ella primero - Pensé que eso lo habíamos dejado claro la primera vez que estuvimos juntos.
- Si, algo así... también me dijiste que te gusta meterte en quilombos - dijo él despacito, como tanteando el terreno.
- mmm... - ella se empezó a dar cuenta por donde venía la mano.
- O sea... lo que quiero saber es si realmente hay algo de mí que te gusta, que de alguna manera te atrae... o... - dijo él, tomando envión para la última oración. 
- ¿O qué, pelotudo? - lo interrumpió ella, apurándolo.
El tomó aire y trató de completar la pregunta: ... o solo estás canalizando tus ganas de hacer quilombo, de llamar la atención... saliendo con un profesor - completó él, atragantándose con las últimas 2 palabras.
No pudo evitar mirarla a los ojos. Los ojos estallaron en llamas. Así durante un instante que a él le parecieron años. Y de pronto, sorprendentemente, en vez de dar paso a una puteada de aquellas, las llamas empezaron a apagarse, dando lugar a una mirada dulce, la más dulce que él le hubiera visto nunca.

- No estoy canalizando nada... hablás como un psicologo - dijo ella mientras estiraba su mano para tomar la mano de él.
- Es solo que me gusta estar con vos - siguió ella lentamente, como buscando las palabras que le hacían falta - Cuando te miro...
- Cuando vos me miras... En tu mirada hay algo que me hace sentir segura... - las palabras seguían brotando despacito.
- Y hace mucho que no me sentía así... así, segura... - siguió ella, completando la frase. 

Hizo una pausa, respiró 2 o 3 veces. Lo volvió a mirar a los ojos. Y después continuó, tranquila...
- Hace mucho que no me sentía así... Siempre estoy como insegura, como con miedo... desde que era chica... - volvió a hacer una pausa.
- ¿De que tenés miedo? - preguntó él, intuyendo la respuesta.
- No sé exactamente... a estar sola... a que me dejen... que me dejen sola - contestó ella despacio, cómo tratando de poner en palabras esa sensación que siempre la acompañaba.

El la abrazó. Ella apoyó la cabeza en el pecho de él.

- Es que... cuando era chica hubo una época que mi viejo nos dejó... a mamá y a mi... - dijo ella, como tratando de explicarse de donde venía el miedo.
- O sea, no es que mi viejo se fué con otra mina... o que no nos quisiera... es solo que... como que necesitó tomarse un tiempo solo... una especie de año sabático... - se dió cuenta que estaba repitiendo palabras de su madre.
- y aunque después volvió con nosotras... a mi como que siempre me quedó la sensación... el miedo... - siguió diciendo ella.
- De que él se volviera a ir... - completó él para sus adentros.

Se quedaron callados. Se abrazaron despacito. Se recostaron y se fueron quedando dormidos, mientras la noche imparable seguía buscando la mañana.

Tuesday, October 28, 2014

Hoy estuve en Lima


Hoy estuve en Lima. En realidad estuve en el aeropuerto de Lima. Se llama Aeropuerto Jorge Chavez en honor a un prócer u hombre público del cual no sé nada.

Fue la primera vez que estuve en Perú. Puedo agregar un país más a la lista de países en los que estuve alguna vez. En realidad, no estoy seguro que haber estado 5 horas dentro del aeropuerto, esperando una conexión al destino final de mi viaje pueda contar como una verdadera visita a tierras peruanas. Y es que no se puede conocer mucho de un país visitando solo sus aeropuertos. Es como que la globalización llega primero a los aeropuertos y entonces todos se parecen bastante. Los locales de Duty Free venden en todos lados los mismos perfumes. Las tiendas de souvenirs y artículos regionales deberían brindar la posibilidad de acercarse aunque sea un poco a la esencia de cada país, de cada región, pero en vez de eso te ofrecen remeras y tazas genéricas, made in China, con una leyenda también genérica: recuerdo de Perú, recuerdo de Chile, recuerdo de México…


Donde a veces si se puede hacer un poquito de contacto con el país escondido atrás del aeropuerto y sus puertas de vidrio que separan a los pasajeros en tránsito de la gente común, es en los locales de comida. Si uno busca un poco y evita los locales de cadenas de comida rápida, se puede llegar a encontrar una versión simplificada, generalmente suavizada, de las comidas propias de cada lugar. Y lo mejor de todo es que uno puede pedirle al mozo que lo atiende que le recomiende el mejor plato del lugar y con un poco de suerte el individuo en cuestión se va a olvidar de todos los formalismos propios de un contexto tan internacional, tan neutro y a los pocos segundos nos va a estar diciendo clarito, clarito, cual es el ceviche que no deberíamos dejar de probar. Y así logramos, a través del sabor, a través del estómago, hacer contacto por un ratito con ese país que anda por ahí, escondido detrás de los vidrios, las barreras, las autopistas y los carteles en inglés.

Saturday, October 11, 2014

Spanglish IV

A ver como siguen la alumna y el profe...



Habían quedado en verse esa noche en el departamento de ella. A eso de las diez de la noche,  después de la facultad. El llegó cinco minutos tarde y tocó el portero nervioso, mirando a su alrededor. No sabía si los nervios eran por miedo a que algún conocido lo viera entrando al edificio de ella o por el hecho de volver a verla.

Ella atendió el portero. Su voz sonaba extraña en el pequeño parlante.

El entró atravesando el lobby del edificio, saludando al guardia que apenas hizo un gesto con la cabeza desde atrás de una especie de pequeño mostrador.

Se paró frente a los ascensores. La superficie metálica del panel con los botones le devolvió un reflejo distorsionado. Presionó el  botón de la derecha. Esperó unos treinta segundos hasta que la puerta se abrió y entonces entró al ascensor. Presionó el botón del piso de ella, mientras recordaba la última vez que había estado en ese ascensor.

Llegó al piso. La puerta se abrió. Caminó con pasos rápidos hasta la puerta del departamento. Tocó el timbre. Ella abrió la puerta, sonriendo.
Hola. Pasá. Ponete cómodo…  – le dijo, mientras le daba un beso en la mejilla, sin dejar de sonreír. Cierta distancia. Cero hostilidad.
Hola ¿Cómo estás? –contestó él mientras pasaba al pequeño living y veía como ella se iba corriendo descalza para la cocina.
Bien… ¿Comiste algo? Estoy por descongelar unas milanesas ¿querés? – dijo ella, gritando la última pregunta desde la diminuta cocina.
Dale. Milanesas está bien ¿Hace falta que baje a comprar algo?- preguntó el casi por Costumbre.
Mmmm… No… creo que tengo todo. – dijo ella entrando al living.

Estaba muy linda. El pelo todavía húmedo después de la ducha. Una remera gris y jeans gastados. Descalza. Cruzó las piernas breves mientras se sentaba en el otro sillón.

¿Cómo estás? – preguntó ella, mirándolo a los ojos.
Bien… ocupado con los exámenes… estos últimos días estuvimos revisando los planes de la cátedra… - se dio cuenta que estaba respondiendo pelotudeces cuando vió la sonrisa picara de ella.
¿Y vos? ¿Cómo estás? – preguntó él, bajando la mirada hacia la mesa ratona y la pila de revistas que había arriba. Desde la tapa de una Rolling Stone, una foto póstuma de Gustavo Cerati lo miraba tranquilo.
Bien… estuve rindiendo… - hizo una breve pausa - ¿Te acordás que te hablé de un pibe Gustavo?
Mmmm… más o menos… - claro que se acordaba de Gustavo – Ese pibe que saliste unas veces… pero que tenía novia.
Ese… ese Gustavo… el que tenía novia – contestó ella y se levantó de un salto.
Voy a ver las milanesas – dijo ella, mientras corría hacia la cocina.

El volvió a buscar la mirada de Cerati. Manoteó la revista y la empezó a hojear.
-  ¡Van a estar en cinco minutos! – gritó ella desde la cocina – Ayudame a poner la mesa.
-  Dale. Ahí voy – contestó él mientras dejaba de vuelta la revista sobre la mesa ratona y se levantaba del sillón.

Para cuando terminó de poner los cubiertos y los platos las milanesas ya estaban listas. Ella preparó una ensalada con unos tomates y se sentaron a la mesa.

Comieron casi en silencio. Masticaban y se hablaban solo para pasarse la sal o una servilleta. En un momento ella hizo un chiste y él se empezó a reír. Después él hizo un chiste y se rieron los dos. Y empezaron a hablar de viajes y ella le contó que pensaba hacer un viaje sola, por Europa. Y él le preguntó qué países quería conocer y le terminó contando detalles de su viaje a París.

Cuando terminaron de comer, levantaron la mesa. Amontonaron los platos en la pileta de la cocina y volvieron a sentarse en los sillones. Tranquilos.

Viste que te comenté de Gustavo… - dijo ella mientras se acomodaba en el sillón - Estamos saliendo. Se dejaron con la novia – continuó ella, mirándolo. Tratando de medir la reacción en la cara inexpresiva de él.
-  ¿y vos cómo estás? ¿Estás bien?... digo, con él… estás bien, ahora con él – preguntó él levantando la mirada.
Si, estoy bien… no tengo claro que va a pasar con nosotros, pero por ahora estamos bien… saliendo nomás y viendo que onda… - contestó ella.
Bueno, eso es lo más importante… digo, que vos estés bien – dijo él y después se quedó callado, mientras sentía como una sensación de ahogo le empezaba a subir desde el pecho.
Ella también se quedó callada. Silencio. Sensación de incomodidad creciente. Despacito, lentamente, se fueron buscando con la mirada. Hasta que se encontraron. Y ella pudo ver, a través de la mirada de él, por un instante, como un destello, un pequeño derrumbe.
Fue solo un instante. Hasta que él pudo retomar el control. Sintió, recordó algo que le había querido decir varias veces, algo que había entendido después de mucho tiempo. La madurez no significa que crecemos y las cosas ya no nos duelen como cuando somos chicos. Significa que aprendemos a disimular mejor. Solo eso.

Ella se levantó y se fue a sentar al lado de él. Le tomó la mano
¿Te molesta? Digo, lo de Gustavo – preguntó ella.
Está bien… no hay problema… - contestó el – es solo que… yo pensé que… no importa – y se volvió a quedar callado.

Decidió que ya era hora de irse. Sin decir nada se levantó y encaró para la puerta. Al llegar a la puerta, se dió vuelta para despedirse y entonces la vió, parada detrás de él. Encontró su mirada. Por un instante todo volvió a ser como la primera vez.

- Me tengo que ir – dijo mientras se acercaba para darle un beso.

¿y si te quedas un rato más? – dijo ella, mientras le tomaba la mano y el universo se empezaba a ir al carajo una vez mas.

Saturday, September 13, 2014

Anecdota: la del viejo cuento de ciencia ficcion

Versión revisada, adaptada para caber en aproximadamente 600 palabras...


A veces, cuando me siento lejos, lejos de casa, o cuando aun estando en mi casa, me siento lejos, suelo recordar un cuento que leí hace mucho. Se trata de un cuento de ciencia ficción de James Tiptree Jr. que se titula "El hombre que volvió".

Lo leí por primera vez en un número de la revista de ciencia ficción El Péndulo, siendo aún un adolescente, hace muchos años, en la ciudad de Posadas, Misiones, en una época en que todavía creía que iba a poder viajar a las estrellas. El cuento es hermoso, triste, me deja siempre una sensación de melancolía en el medio del pecho. Es un relato que de alguna forma comienza y termina en un mismo punto del tiempo y el espacio, saltando entre 2 hilos narrativos, conjugando siglos de futura historia post-apocalíptica, con flashes del desgarrador viaje temporal del protagonista. Un viaje imposible, contra toda probabilidad, a lo largo de 50.000 años, tratando de volver a su casa, a su familia, ya inexistentes, vaporizados, disueltos al momento mismo del inicio de su viaje.

De alguna manera, salvando las distancias, creo que a lo largo de los años siempre me sentí identificado con el astronauta protagonista del cuento. Yo nunca pude viajar por el tiempo y el espacio. No soy el causante de una explosión que casi termina destruyendo a la humanidad. Es solo que siento que yo también estoy siempre viajando, alejándome, sintiendo esa desesperante necesidad de volver. Volver a un lugar que probablemente ya no existe. Como nos pasa a veces cuando queremos volver a un lugar de la infancia que hace mucho no vemos y cuando logramos llegar ya no es como lo recordábamos.

Y así es como a lo largo de los años, de vez en cuando, en esos momentos en que me asalta la melancolía, siempre vuelvo a buscar el cuento y a su protagonista. Hasta esta semana. Y es que esta semana, estando muy lejos de mi casa por un viaje de trabajo, tuve unos de esos momentos en que quise recordar el cuento. Lo busqué en Internet. Re-descubrí que James Tiptree Jr. en realidad era una señora, psicóloga ella, que trabajó durante un tiempo en la CIA, que se llamaba Alice Sheldon. Encontré el cuento en una versión en castellano bastante decente publicada en un ignoto blog y lo volví a leer. Y me volví a emocionar con la historia de John Delgano, el astronauta imposible, el monstruo, el hombre que volvió. Y esta vez descubrí algo que no podía recordar y que ya no voy a poder olvidar: el accidente del cuento, el experimento fallido que da inicio al viaje temporal y al apocalipsis nuclear que casi destruye la civilización, ocurre en los laboratorios de investigación que están situados geográficamente en el condado de Bonneville, en el estado de Idaho, Estados Unidos.

Casualidad. Destino. Probabilidad.


Durante estas 2 últimas semanas, al momento de releer el cuento, en este instante, mientras escribo estas palabras, yo mismo estoy en Idaho, en el condado de Bonneville, a pocos kilómetros de los laboratorios citados por Tiptree... tratando de volver.

Sunday, August 24, 2014

24 horas

En 24 horas uno puede...
1) leer varios capítulos de la biografía de Steve Jobs, viendo la famosa foto del muchacho en cuestión, tocándose la barbilla y mirándote a la cara cada vez que depositas el libro sobre la mesa de luz... el hippie hiper-millonario... me da gracia el uso que hace el biografo de la palabra "contracultura"
2) hacer un asado con restos de carnes diversas sacados del freezer... como la Era del Hielo, pero no tan gracioso
3) hablar por teléfono con mi madre... tratando de recordar su cara, mientras su voz en el teléfono me dice que nos quiere y que el fin de semana que viene va a viajar a visitar a mi hermano que cumple años en estos días
4) dormir la siesta... soñar que estoy viajando por Estados Unidos... otra vez... una sucesión de aeropuertos, todos parecidos... oficiales de migraciones haciendo 3 preguntas una y otra vez: ¿Cuál es el motivo de su viaje? ¿Cuanto tiempo piensa quedarse en nuestro país? ¿viaja con alguien más?
5) tomar mate... mate amargo cebado en un mate de caldén que me mira extrañado... hace cuanto tiempo que no me llenan con yerba y agua caliente 
6) mirar el comienzo del programa de Jorge Lanata... la historia de los chicos Mbya de Misiones que ganaron una medalla de oro por un trabajo sobre plantas medicinales y a veces no pueden ir al colegio porque se les rompe la única zapatilla que comparten entre 2 hermanos... lo veo en la tele, es como un documental que pasa lejos, pero de alguna manera algo adentro mío se rompe... como ruido de vidrios a lo lejos...
7) escuchar las últimas canciones de Miguel Mateos que suenan en la tele... un guerrero de la música que nos acompaña desde la adolescencia... esta viejo Miguel... nosotros también

Thursday, July 31, 2014

Casualidades... El hombre que volvio

A veces, cuando me siento lejos, lejos de mi casa, o cuando aún estando en mi casa, me siento lejos, suelo recordar un cuento que leí hace mucho. Se trata de un cuento de ciencia ficción de James Tiptree Jr. que se titula "El hombre que volvió". Lo leí por primera vez, aún adolescente, en un número de la revista El Pendulo. El cuento es hermoso, triste, enloquecedor; un relato que conjuga siglos de historia post-apocalíptica con flashes del atroz, desesperado viaje de regreso del protagonista. Viaje imposible, contra toda probabilidad, tratando de recorrer la senda más larga de todas para volver.
Esta semana tuve unos de esos momentos, estando lejos, muy lejos de mi casa, en que quise recordar el cuento. Lo busque en Internet. Lo encontré y lo volví a leer. Y me volví a emocionar con la historia de John Delgano, el astronauta imposible, el monstruo, el hombre que volvió. Y descubrí algo que no podía recordar y que no deja de sorprenderme: el relato está situado geográficamente en el estado de Idaho, el condado de Bonneville, Estados Unidos de Norteamérica.
Al momento de releer el cuento, en este instante, mientras escribo estas palabras, yo mismo estoy en Idaho, en el condado de Bonneville, a pocos kilómetros de los laboratorios citados por Tiptree... tratando de volver.

Monday, June 9, 2014

Sunrise

Volamos sobre la cordillera de los Andes. De a poco los ojos recién abiertos se van acostumbrando a la semi-oscuridad de la cabina del avión. En medio de la penumbra se pueden distinguir los rostros de los demás pasajeros dormidos. En la madrugada, a más de 7000 metros de altura, a más de 800 kilómetros por hora, algunos pasajeros se comienzan a deslizar silenciosos hacia los baños del avión. Por el pasillo a mi izquierda, la azafata Mary Ann se acerca lentamente, mirando con detenimiento a cada uno de los pasajeros. Delgada. Rubia. Veterana de muchos vuelos. Debe haber hecho este mismo trayecto cientos, miles de veces. Debe estar cerca de su retiro. Las arrugas de su cara no alcanzan a ocultar completamente la belleza de sus rasgos. De pronto, detiene su andar, su rostro se ilumina. Señala con su mano derecha hacia una de las ventanillas y dice: Look at the sunrise! Miramos hacia la ventanilla y vemos el sol asomándose lentamente por sobre las nubes y las montañas.Un estallido de rojos y naranjas sobre el azul del techo de nubes. Y la luz, la luz que comienza a bañarlo todo. El tiempo se detiene. Por un instante eterno todos somos como el primer hombre del mundo saludando la salida del sol.

Sunday, May 25, 2014

Como funcionan las conversaciones...

La forma en funcionan las conversaciones / los pensamientos de la gente puede ser muy extraña. A veces, solo una frase, una palabra, puede disparar una serie disparatada de comentarios, que van saltando caóticamente de un tópico a otro, estableciendo relaciones que ponen de manifiesto la línea de pensamiento de cada uno de los participantes...

Hoy estábamos en un aeropuerto. Estábamos esperando que nos llamaran para embarcar y entonces, uno de mis compañeros que se estaba mudando a su nueva casa, dijo: - Estoy renegando con la señal de los teléfonos inalámbricos de mi nueva casa...
- ¿Que problema tenés? - preguntó otro de los viajeros del grupo, levantando la mirada de la pantalla de su celular.
- La señal de la base del teléfono, que está en el sotano, no llega al resto de la casa - explicó el de la casa nueva.
- ¿Y... que vas a hacer? ¿Vas a poner algún tipo de booster? - pregunté yo. Nótese el tono ingenieril de la pregunta, haciendo referencia a un dispositivo amplificador de potencia de la señal...
- Y si... estaba pensando en algo así - Contestó el recién mudado.
- Está bien... Si no querés tener más chicos... Esos niveles de potencia te van a freir los huevos - dijo otro, cagándose de risa.
- En realidad no quiero tener más chicos... ya tengo dos... pero tampoco me quiero agarrar cáncer o algo por el estilo - contestó el de la casa nueva.
- Te va a pasar como a Jaime Bayly, que se agarró cáncer en el cerebro por culpa de las antenas satelitales de sus vecinos ricos - Acoté yo, haciendo referencia a una columna de Bayly que había leído el año pasado.
- ¿Quién carajo es Jaime Bayly? - preguntaron varios.
- Es un periodista y escritor peruano. El tipo cuenta en una columna de un diario que se agarró cáncer justo cuando su madre se había decidido a vender sus empresas mineras en Perú y darle su parte de la herencia en vida... justo se estaba imaginando contando los millones y se viene a enterar que tiene un tumor en la cabeza - expliqué pacientemente, mientras varios me miraban con cara de ¿pórque carajo sabe esas cosas?
- Ja!.. me imagino cómo deben ser las condiciones de trabajo de la gente que trabaja en las minas de ese culiado - dijo el Doctor, mientras varios lo mirábamos tratando de entender que quería decir.
- Una minera en Perú, lo último que hace es preocuparse por la salud y las condiciones de trabajo de sus empleados. Los hacen trabajar en condiciones casi infrahumanas, sin equipamiento adecuado, sin las protecciones necesarias... - terminó de explicar el Doctor, haciendo gala de sus conocimientos geopolíticos y su familiaridad con las condiciones laborales de las grandes empresas latinoamericanas.
- Bueno... yo en realidad lo que quiero ver es por donde puedo pasar unos cables adicionales a través de la losa del piso... para ver si puedo poner otra base del teléfono en la planta baja - terminó diciendo el de la casa nueva.
- ¿Pero que vas a hacer? ¿No vas a poner un cable canal o alguna chotada por el estilo? - preguntó el del comentario de los huevos fritos.
- Y... a mi los cables no me molestan tanto - intentó replicar el de la casa nueva.
- Quedan como el culo... cruzando la pared... atravesando los espacios de las habitaciones - explicó enfáticamente el de los huevos fritos.
- Bueno, pero a mi me interesa más la funcionalidad que la estética... - siguió el de la casa nueva.

Y eso es lo último que recuerdo de la conversación... porque en ese momento mi propia mente se fué de la misma, siguiendo una imágen de Jaime Bayly, enfermo de cáncer, recostado solo en una cama de su casa de Estados Unidos... mientras los demás seguían discutiendo acerca de los cables, las condiciones de trabajo de los mineros peruanos y cual es la cantidad de hijos que se debe tener...

Sunday, May 18, 2014

Porque escribo...

Hay un vídeo en los archivos de TEDx Rio de La Plata que se titula "Como matar al intermediario". El vídeo dura aproximadamente 18 minutos. En el vídeo se puede ver a un gordo que ingresa al escenario por la derecha, se para en medio del escenario, frente a un auditorio lleno de gente y comienza a hablar, apoyándose en el respaldo de una banqueta. El gordo está medio nervioso. Comienza explicando el porqué de su extraño acento. Alrededor del minuto, minuto y 10 segundos, el gordo de extraño acento y bolso en bandolera, haciendo una breve pausa, empieza a explicar porqué empezó a escribir, varios años antes, un blog llamado Orsai

Básicamente, el porqué el gordo empezó a escribir el blog parece originarse / explicarse en 2 hechos terribles: la crisis de Argentina de 2001 y el campeonato de primera que Racing gano ese mismo año. Estos 2 hechos, sobre todo el campeonato de Racing,no deberían haber sido circunstancias terribles por si mismos; pero combinados con la distancia, ya que el gordo estaba viviendo en España, devinieron en tragedia. Era terrible no poder celebrar el campeonato de Racing con su padre, con quien siempre habían imaginado festejarlo juntos. La sensación de estar "fuera de juego", en off-side, terminó de definir el nombre del blog en el cual el gordo empezó a escribir las cosas que sentía, que se imaginaba, las cosas que le pasaban. 

El video / el gordo continúa a lo largo de los casi 17 minutos restantes explicando como el blog devino en éxito, generando una extensa comunidad de fieles lectores / seguidores. Cómo esa misma comunidad años después soportó / acompañó una revista literaria encarada al costado / al margen de la industria editorial tradicional. Cómo la revista a su vez resultó ser un éxito. Cómo el blog y la revista terminaron pariendo un proyecto editorial y un bar... y así, un logro tras otro, hasta el minuto 18. Aplausos, risas, ovación. Más aplausos. Cómo buscar y encontrar la felicidad haciendo lo que a uno le gusta.  

El gordo en cuestión es Hernan Casciari. Es uno de mis ídolos, junto con Maradona y Narda Lepes. Cada vez que veo el video, me quedo pensando... tratando de responder desordenadas las mismas preguntas implícitas que Hernán va respondiendo a lo largo de los 18 minutos... hasta que solo queda una pregunta flotando... la del minuto diez... ¿porqué escribo? ¿porque escribo este blog?

Yo no me fuí a vivir a otro país, pero si vivo lejos de mis viejos y mis hermanos. Hace ya muchos años que solo los veo 2 o 3 veces por año. Suelo estar mas o menos triste. Mas o menos feliz. Generalmente los años pares me suele ir bien. Los años impares no tan bien. Me gusta leer. Me gusta mucho leer. Una compañera de trabajo dice que la gente que lee mucho, que de alguna manera se refugia en los libros, esta tratando de escaparse de este mundo, del mundo real. En mi caso creo que en parte eso es cierto, pero cuando leo siento que no solo me estoy escapando de este mundo, sino que estoy sumando otros mundos, otras vidas a esta que a veces no me alcanza para todo lo que quiero hacer, todo lo que quiero ser.

Creo que empecé a escribir este blog como consecuencia de una larga serie de pequeños acontecimientos... Nada dramático. Nada puntual. Mi club no salió campeón. No hubo una crisis económica... o mejor dicho fueron varias... Solo una colección de pequeñas tristezas, de pequeñas alegrías, me fueron llevando, arrimando a un punto en el que naturalmente / orgánicamente, comencé a escribir... y las cosas buenas que me pasaban se volvían mejores cuando las escribía, alterándolas apenas al pasarlas al teclado... y las cosas malas, de pronto pesaban menos, como si se volvieran distantes / etéreas al verlas en la pantalla de la notebook... y empecé a tomar breves textos que había escrito hace muchos años y volví a recordar lo que sentía cuando los escribía... y traté de escribir solo cuando tenía ganas, cuando algo que me pasaba, algo que leía o veía, me disparaba las ansias de ver el texto terminado en la pantalla... y después traté de escribir como respetando un hábito, una vez a la semana, como si tuviera que entregar una columna para un diario... y escribí cosas que viví en carne propia... y escribí cosas que vivieron o pudieron vivir otros... cosas que pasaron... y cosas que nunca van a pasar...

No creo tener todavía la respuesta definitiva a la pregunta... esa pregunta... la razón de mi escritura... solo sé que, como dice mi biografia levemente distorsionada, cuando estoy escribiendo siento algo parecido a la felicidad.

Thursday, May 8, 2014

Desorden

Mi relación con el orden y el desorden es un poco complicada. Todos los días despierto manoteando el celular mientras volteo algunos de los objetos amontonados encima de la mesa de luz. La última Orsai, un libro de crónicas, un libro de Juan Villoro, la cámara de fotos, un radio reloj que hace por lo menos un año esta sin pilas, un velador que me regaló mi suegra, dos o tres piedras viajeras que mis hijos trajeron de las últimas vacaciones...¿o fueron las ante-ultimas?..  el celular que hace las veces de despertador. 

A veces, las menos de las veces, después de apagar la alarma del celular, me levanto inmediatamente. Otras veces, me vuelvo a quedar dormido. Cuando finalmente me decido a salir de la cama, medio dormido y en cuatro patas busco los zapatos y / o zapatillas que están desparramados por el piso, alrededor y debajo de la cama. 

Encaro para el baño. En el medio del baño hay una silla. Arriba de la silla hay ropa. Ropa que no necesariamente esta limpia. Ropa mía. Ropa de los chicos. Ropa de distintas eras.

Me miro en el espejo. Hay un tipo con cara de dormido que me mira del otro lado. Barba de varios días. Incipientes ojeras. Tomo mi cepillo de dientes, separándolo de la colección familiar de cepillos. Se supone que el cepillo de dientes debería cambiarse cada 2 o 3 meses. El mío ciertamente superó ese período de uso hace rato. Las cerdas gastadas han perdido su prolija alineación y me miran como diciendo ¿cuando iremos a descansar de este tipo y sus dientes torcidos?

Finalmente el cepillo vuelve con sus congéneres y yo sigo mi recorrido que desemboca en la cocina. A buscar mi taza naranja. Si tengo suerte, la taza va a estar limpia. Si tengo aún mas suerte, la cafetera va a tener café. Busco la leche en la heladera. El interior de la heladera es un pequeño universo en sí mismo. Siempre hay dos o tres tuppers con distintas comidas descomponiéndose en su interior. Una o dos cremas de leche en distinto grado de decadencia. No alcanzan, no sirven las fechas de vencimiento. Es necesario, indispensable, valerse del olfato.

Vuelvo a mi habitación, esquivando una tabla de planchar que no usé y varias pilas de ropa. Me visto con la ropa menos arrugada que encuentro. En el proceso, arrojo la remera que usé para dormir en algún lugar que no voy a poder recordar. El principal desafío es poder encontrar dos medias iguales en mi cajón de las medias. Es como si las medias estuvieran vivas y por las noches, mientras no las miro, decidieran entremezclarse, escaparse abandonando a sus parejas.

Salgo corriendo para la oficina. Mientras abro el portón para sacar el auto miro una vez más hacia los vestigios de los materiales de una obra que terminamos hace años, apilados detrás del muro del jardín. Me vuelvo a repetir que algún día los voy a sacar de allí, desarmando ese pequeño recordatorio de mi propia naturaleza.

Guardo la mochila en el baúl del auto. Dentro del baúl esta la rueda de auxilio toda embarrada que prometí colocar en su soporte al volver del último viaje. El auto arranca sin inconvenientes. La tierra que lo cubre, principalmente por fuera, no impide que el motor funcione perfectamente. Al mirar hacia atrás, mientras maniobro para sacarlo de la cochera, alcanzo a divisar una media sucia de mi hija tirada sobre el asiento y un vaso de cartón en el piso. Hija de tigre. Al volver la vista al frente, re-descubro la pila de papeles, facturas y tickets amontonada sobre la guantera. Por las dudas, ni siquiera intento abrir la guantera.

Recorro el mismo camino todos los días. Al llegar a la oficina, los papeles desparramados están ahí, sobre el escritorio, donde estaban ayer, y antes de ayer y antes de antes de ayer. Hay un post-it color rosa pegado en el monitor. En el post-it está escrito un número de teléfono que no puedo recordar de quien es.

Saco la notebook de la mochila y miro de reojo a la informe masa de papeles que sigue allí dentro, oculta de la vista de los demás mortales. Recibos, facturas, boletas de luz, boletas de teléfono, revistas del cable se amontonan en plácida anarquía.

Trabajo durante todo el día. Anoto cosas en el pequeño pizarrón de mi escritorio. Hago listas en las cuales trato de priorizar lo que tengo que hacer, lo que no debo olvidar. La superficie blanca de a poco se va cubriendo de anotaciones, flechas, símbolos... gradualmente el desorden aflora, reinando también allí. 

Al volver a casa por la tarde, descubro que el desorden me siguió esperando pacientemente durante todo el día, allí donde lo dejé al irme a trabajar. Lo poco que mi mujer pudo haber acomodado por la mañana, se vuelve a desordenar en escasos minutos, como si nunca nadie hubiera intentado alterar esa capa consistente de caos que cubre la mayoría de las superficies de nuestro hogar. 

Después de cenar, mientras miro en la tele algún programa infantil con mis hijos, observo detenidamente los rastros del desorden. La mesa del comedor cubierta de papeles y útiles de mis hijos. Las bibliotecas con los libros cubiertos de más papeles. Los respaldos de las sillas cubiertos con ropas, toallas y repasadores.

Finalmente, como todas las noches, mientras me voy quedando dormido mirando el techo acostado en la cama, imagino que mañana voy a despertar y todo va a estar ordenado y yo voy a ser yo, pero un yo más prolijo.

Sunday, May 4, 2014

Incapacidades...

El otro día leí un texto de Juan Villoro, en el cual el escritor mexicano relataba / relacionaba dos hechos de su infancia: la llegada del hombre a la luna y su incapacidad para silbar fuerte. Aparentemente, el niño Villoro no era capaz de silbar lo suficientemente fuerte como para poder llamar desde la calle a una chica, que vivía en un cuarto piso, de la cual estaba enamorado.

Yo tampoco podía silbar fuerte cuando era chico. Podía silbar suavecito acompañando una canción, pero no podía lograr un silbido que fuera lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de alguien en la calle, o para usarlo en la cancha, chiflando al referí. Al día de hoy, sigo sin poder silbar fuerte.

Hay otras debilidades / incapacidades que me acompañan desde chico. Por ejemplo, nunca aprendí a atarme correctamente los cordones de los zapatos. Recuerdo de chico estar sentado en el piso, en una colonia de vacaciones, los demás nenes formándose en filas. Yo estoy llorando. No puedo atar los cordones de mis zapatillas Flecha. Mi hermana se acerca y me rescata, atándome los cordones. 

Mi mujer, bastante diplomática, dice que me ato los cordones de una manera extraña. Miro los canales de programas infantiles y cuando aparece algún programa educativo donde enseñan a los niños a atarse los cordones haciendo dos orejitas me pongo a practicar junto con mi hija de tres años. Lo de las dos orejitas me funciona mas o menos. Generalmente una de las orejitas se me desarma a mitad del proceso y termino estirando uno de los cordones, pellizcándolo a través del lazo que alcancé a formar con la otra orejita. Mi hija me mira, me muestra sus propios cordones y me pregunta: ¿Papi, están bien mis cordones?. Afortunadamente, aún no se da cuenta que su padre no tiene la autoridad moral para juzgar la terminación de sus nudos.

Sunday, April 27, 2014

Los socios de EMSA y la oscuridad...

Anoche me levanté como a las 3 de la mañana. Después de pasar por el baño, empecé mi clásica recorrida nocturna de apagado de luces. Es que mis hijos, siguiendo mandatos ancestrales que vienen desde la época del hombre de las cavernas, insisten en prender todas las luces posibles antes de irse a dormir. Apagué las luces del living. Apagué la luz del pasillo. Apagué las luces del baño de los chicos. Y por último, apagué las luces del patio, dejando a oscuras también a los perros.

Mas o menos a la mitad del recorrido oscurecedor, recordé que cuando yo era chico, mi madre nos gritaba: ¿Son socios de EMSA (Empresa de Energía eléctrica) o que? - mientras iba apagando las luces que nosotros dejábamos encendidas por toda la casa. Mis hermanos y yo, quienes a esas alturas no entendíamos todavía de ironías, nos quedábamos mirando sin entender muy bien que quería decir eso de ser "socios" de la empresa de energía y seguíamos jugando y prendiendo luces. Ya mas grandes, al fin conscientes del valor del dinero, habríamos de comprender la motivación de índole económica / financiera de la frase en cuestión, la cual mi madre había heredado de su madre. 

En mi caso, la motivación de la conducta apagadora de luces, propia de un legendario señor de la oscuridad, no es solo de índole económica. De alguna manera, mientras voy apagando las luces, pienso que no solo voy a conseguir reducir el importe de nuestra factura de luz, sino que también voy a contribuir con mi pequeño granito de arena a la conservación del medio ambiente, a la preservación del Amazonas y a la reducción de los gases de efecto invernadero. Nuestro amigo Pablo, enemigo declarado del ambientalismo, diría que todo esfuerzo individual que hagamos es absolutamente al pedo. Que para que vamos a ahorrar luz si el vecino de al lado y las grandes empresas van a seguir haciendo lo que se les antoje, prendiendo luces a diestra y siniestra, encendiendo estufas y abriendo las ventanas al mismo tiempo, aplicando procesos contaminantes y poco eficientes, venteando gas, demorando el desarrollo y la venta de autos eléctricos y tantas otras cosas mas que conforman una innumerable lista de usos poco racionales de la energía y contribuyen a la degradación del medio ambiente. Nosotros lo escuchamos argumentar contra el ahorro de energía, lo vemos prender orgulloso sus calentadores eléctricos para calentar el agua del mate, compartimos unos mates con él y su familia y luego nos retiramos a seguir comprando nuestras luces de bajo consumo.

En los últimos días, sumé una nueva causa a mi cruzada. Después de ver un documental acerca de los efectos de la luz artificial sobre la incidencia en la aparición de cáncer de mama en las mujeres de los países desarrollados, decidí reducir, aunque sea de forma paulatina, la cantidad de horas que paso expuesto a la luz artificial. O sea, no es que pretenda evitar el cáncer de mama, pero según el estudio que varios científicos e investigadores desarrollaron durante más de 25 años, el cerebro de las personas posee un mecanismo, directamente asociado a la presencia / ausencia de luz que regula los ciclos circadianos. Dichos ciclos naturales de actividad y reposo, sobre todo los de reposo, son los que permiten a nuestros cuerpos descansar y auto repararse. Los resultados de la investigación identifican a la costumbre de irse a dormir mirando la televisión o leyendo en la pantalla azul de una computadora como una de las prácticas de mayor impacto en los ciclos naturales de nuestro organismo.

Hasta ahora solo logré apagar las luces antes de lo acostumbrado en dos oportunidades. Al tercer día fracasé estrepitosamente y me quedé dormido como a la una de la mañana mirando tele en la cama. El resto de la semana alterné malas y peores, durmiendo a cualquier hora y recorriendo la casa a la madrugada en busca de las luces prendidas. Es como si estuviera tratando de empezar a una dieta que de entrada se que solo voy a poder cumplir hasta el próximo asado. Soy la vergüenza de los Señores de la Oscuridad.

Tuesday, April 15, 2014

Masticando...

Hay quienes dicen que hay que masticar bien la comida antes de tragar. En mi caso, debo aclarar que inconscientemente, sigo al pie de la letra el consejo. Hoy por ejemplo, me puse a contar cuantas veces masticaba los fideos antes de tragarlos y llegué a contar mas de 30. Calculo que cuando como asado debe ser peor. El como llegue a transformarme en semejante ejemplar de rumiante poco tiene que ver con una toma de conciencia o con una prescripción médica. Desde que tengo uso de razón, mastico la comida hasta transformarla en una especie de puré que supongo debe ser mas fácil de digerir. Cuando era chico, en gran parte como consecuencia de este hábito, siempre me quedaba comiendo solo en la mesa. El resto de la familia comía, contaba como le había ido en el trabajo o el colegio y cuando terminaban de comer se levantaban de la mesa. Mi tía recogía los platos de los demás y se los llevaba para lavarlos y yo me quedaba solo, masticando, masticando, masticando.

Cuando empecé la secundaria la cosa siguió mas o menos igual. Lo que solía pasar era que mis compañeros, cuando comíamos algún sandwich a la salida del colegio, terminaban antes que yo y se me quedaban mirando, cómo tratando de entender que carajo me pasaba que comía tan lento. Cuando me invitaban a comer a la casa de algún amigo, las reacciones de los familiares iban desde la sorpresa, pasando por la risa disimulada, hasta la admiración, esta última acompañada de comentarios del tipo: "¿Viste que bien que come Pablito? Esa es la manera correcta de comer, masticando bien la comida".

Al irme a estudiar Ingeniería, seguí masticando de la misma forma. Mis compañeros de departamento comían como corriendo una carrera y ni siquiera se quedaban a mirarme mientras terminaba de comer mi plato de comida. Cuando me juntaba a estudiar con algún compañero de la facultad, la rutina terminaba siendo más o menos la misma. Por ejemplo, me acuerdo que cuando me juntaba a estudiar con mi amigo el Ñato, el cocinaba, comía en 10 minutos y cuando terminaba se iba a dormir 15 minutos y para cuando se despertaba, yo estaba terminando de comer y empezaba a lavar los platos.

Hoy en día sigo con mi inconsciente rutina de masticación. Mastico el asado, mastico los fideos, mastico una medialuna, mastico una manzana, mastico una papa, mastico una porción de pizza, hasta mastico un yogur o un flancito. Mi mujer y mis hijos me miran masticar y después de un ratito se cansan y se levantan y se van a hacer algo mas interesante que mirar al marido / padre mientras termina de ingerir el almuerzo o cena.

Se supone que esta forma de comer es muy saludable y debería ayudarme a mantener mi peso, evitar que mi sistema digestivo trabaje de mas, permitirme disfrutar a fondo los sabores y texturas de cada plato, reducir las flatulencias, mejorar el color de mi piel, reducir las arrugas y a lo mejor, solo a lo mejor, contribuir con mi objetivo no confeso de llegar a vivir doscientos años... Por lo pronto, lo que esta pasando es que siempre termino de comer solo. Solitaria la vida / comida del que mastica mucho.

Saturday, April 5, 2014

Colecciones - Música

Revisando los cajones del escritorio de la oficina esta semana encontré un montón de CD's. 

En esta época de música on-line, Soundcloud, Grooveshark, etc., seguir escuchando música en CD es un síntoma de antigüedad, pero es que para mi todavía tiene un gustito especial el tomar la caja del compact entre mis manos, mirar detenidamente el arte de tapa, abrir la caja, sacar el librito con las ilustraciones y las letras y leerlo detenidamente, sobre todo las primeras veces, mientras empiezo a escuchar la música en los auriculares. 

La lista de compacts que encontré es la siguiente:

1) Maria Rita - Elo - Disco regalado por mi familia. Fué el segundo de María Rita que llego a mis manos. Fácil de escuchar. Muy, pero muy disfrutable. Música brasilera de la mejor. Mientras escribo esto recuerdo un detalle casi cholulo, pero que creo que sirve para explicar porque esta mujer canta tan lindo. María Rita es hija de Elis Regina.

2) Living Colour - Stain - Difícil de escuchar completo. Vernon Reid y los demás muchachos de la banda se pusieron mas experimentales que nunca. No hay ningún hit para la radio. Después de escucharlo mucho, te parte la cabeza.

3) IKV - MTV Unplugged / Ninja Mental - Muy lindas y cuidadas versiones de los temas mas conocidos de la primera época de la banda. Hay un tema donde participa papá Spinetta. Lo volví a escuchar hace poco después de mucho tiempo y me sorprendí de lo bueno que esta el disco.

4) Norah Jones - Come away with me - Easy listening. El debut de Norah plasmado en un disco redondito, parejo. Sin estridencias, suavemente, una canción a la vez, esta hermosa pequeña mujer te va dejando tonto, desarmado. 

5) Raly Barrionuevo - Rodar - Hermoso disco. Es el tercer o cuarto disco de Raly que compré. Contiene un tema que es una perla: "El sol parece lluvia".

6) Spinetta - Elija y gane - Las antologías y selecciones suelen ser, en mi opinión, una forma poco arriesgada de tratar de entender / recorrer la obra de un artista comprando un solo disco. Pero en este caso, la selección de temas estuvo a cargo del propio Spinetta y el disco esta hecho no solo de grandes éxitos sino también de temas un poco mas raros, extraños y hasta un inédito.

7) Chango Spasiuk - La ponzoña - Este disco lo compré porque incluye el tema "Misiones". Para mi, es un tema no apto para escuchar en la oficina llena de gente, porque me cuesta explicar porque tengo los ojos vidriosos cuando termina y me saco los auriculares.

8) Horacio Castillo - Guitarra - Lo tengo sin abrir. Me lo regaló mi madre. Se me traspapeló mucho tiempo. Para cuando lo volví a encontrar, Horacio Castillo ya había muerto en un accidente. No sé porque, pero realmente me da como cierto temor escuchar el disco.

9) Red Hot Chili Peppers - Californication - El mejor disco de RHCP. Todos los temas son hits. Se puede escuchar todo el día, sacudiendo vigorosamente la cabeza, mientras los demás se preguntan que cosa tan energética podes estar escuchando en los auriculares. 

10) Andres Calamaro - On the rock - Me quedo la caja sola. Tengo que tratar de encontrar el disco. Los temas me quedaron en el ipod.

11) Raly Barrionuevo - Noticias de mi alma - Disco tranqui de Raly. Es de esos discos cuyos temas son aparentemente muy simples al comienzo, pero a medida que los vas escuchando, si prestas atención, te vas dando cuenta que es como que tienen muchas capas.

12) Jamiroquai - Travelling without moving - 1996 / El disco mas vendido de la banda. Variadito. Incluye hits funk como "Virtual Insanity" o "Cosmic girl", pero también algunos experimentos como "Didjerama". Imposible no empezar a mover la patita mientras suena "Virtual Insanity" y se nos va dibujando una sonrisa en la cara.

13) Tom Waits - Mule variations - Áspero. No es simple de escuchar. Se nota a que a Tom Waits a esas alturas del partido todo le chupaba un huevo. Lo volví a escuchar hace poco, prestando atención a las letras y le encontré un nuevo costado interesante a algunas de las canciones.

14) Vivaldi - The four seasons - Música clásica. Un cacho de cultura.

15) Bajo Fondo Tango Club - Copia trucha. Discazo con el que Santaolalla en su rol de productor y sus pollos rioplatenses llevan el concepto de "tango fusión" a las masas (o algo así). Me puedo acordar de memoria del fraseo ronco de la Gata Varela en "Perfume".

16) Astor Piazolla y su quinteto - Adios Nonino - Tango jazzeado / distorsionado, llevado a los límites. Creo que es el único disco de Piazolla que tengo. Incluye, obviamente, el tema "Adios Nonino". Son solo 7 temas que te dejan medio tonto, triste y alegre a la vez.


Wednesday, April 2, 2014

Colecciones - Libros

Miro la pila de libros que se encuentra encima de mi mesa de luz, coronada por el estuche de plástico transparente de mis lentes de lectura. Son siete los libros de la ecléctica colección. 

De abajo hacia arriba tenemos:

1) ¿Cric? ¡Crac! - Edwidge Danticat - Este libro de cuentos lo descubrí leyendo una reseña en el suplemento cultural de un diario. Historias de mujeres. Historias cruentas, dolorosas, pero con un dejo de esperanza en el final. Cuando uno va terminando el libro, descubre como las distintas historias de las protagonistas se fueron / se van entrelazando a lo largo de varias generaciones.

2)  Nadar de noche - Juan Forn - Libro preferido / autor preferido. Este libro, que fué el primero de este autor que llego a mis manos, incluye el cuento "Para Gaby, si quiere". Ese cuento para mi fué / es muy importante por varias razones. La forma en que el protagonista desvaría mientras va desarrollando / recorriendo su historia, hasta llegar a la sorpresa del final, todavía logra dejarme cierta angustia dando vueltas en el pecho. Puede que la mayoria de los libros de Juan Forn que leí después no me hayan gustado tanto, pero este en particular me sigue pareciendo el mejor, quizas por cierta frescura desprolija que se puede percibir al leer los 8 cuentos que lo conforman. 
Una vez se lo presté a mi padre y él, después de leerlo me dijo: - escribe bien, pero las historias son muy tristes... - Y esa también me pareció una muy buena descripción para este libro.

3) Ojos de perro azul - Gabriel Garcia Marquez - El cuento que da título al libro es el que más me gusta. Lo volví a leer hace poco a raíz de un comentario que una de mis hermanas posteó en su cuenta de Facebook y me volvió a dejar las mismas sensaciones que cuando lo leí la primera vez... ¿Cómo puede ser que al despertar no podamos recordar lo que soñamos?

4) ¿Acaso no matan a los caballos? - Horace McCoy - Librito viejo de páginas amarillas heredado de mis padres. Edición de 1973. Tiene la firma de mi padre en la segunda hoja. Triste historia ambientada en la época de la gran depresión en los Estados Unidos. No hay moraleja. No hay esperanza. Solo los personajes tratando de llegar de alguna forma al día siguiente.

5) El corazón de las tinieblas - Joseph Conrad - Otro de mis autores favoritos. Leyendo el libro, lleno de extensas descripciones de los paisajes que el protagonista va recorriendo, se me hizo evidente que el autor había estado en cada uno de los lugares descriptos. Finalmente, me sigue fascinando el hecho que Conrad, siendo polaco de orígen, haya llegado a ser uno de los mejores novelistas de lengua inglesa de todos los tiempos.

6) El extranjero - Albert Camus - El primer libro que leí de Camus. También heredado. Hiper-realista. El personaje, la historia, me hicieron pensar que cualquiera podía ser un asesino y que uno podía identificarse con ese asesino. Solo un reflejo, cierto movimiento, puede alcanzar para que terminemos matando a otra persona.

7) ¿Hay vida en la tierra? - Juan Villoro - Este último lo estoy leyendo en estos días. Compilado de las columnas semanales que Juan Villoro escribió en dos diarios durante varios años. Fácil de leer. Es como una especie de Daniel Salzano mexicano. Las historias / crónicas disparadas a partir de cualquier evento o la simple presencia de un objeto de uso cotidiano, le sirven al autor para ir y volver en el tiempo relacionando costumbres, personajes y sentimientos con una maestría envidiable. 

Sunday, March 30, 2014

Biografia levemente distorsionada

Pablo Abián nació en la ciudad de Corrientes en 1971. Según cuenta su madre, nació por parto natural aproximadamente a las 14:15 de un día martes. Pasó sus primeros dos o tres años de vida entre Corrientes y Resistencia - Chaco, hasta que por motivos laborales la familia decidió mudarse a la provincia de Misiones. De su breve paso por Corrientes en esos primeros años, Pablo solo guarda / recuerda algunas imágenes difusas: una vecinita que jugaba con él, el patio de unos edificios bajos de dos pisos donde él cree haber vivido con sus padres en esa época y no mucho más. De la vida en Misiones, los primeros recuerdos que conserva son aquellos relacionados con la construcción de la casa familiar: albañiles haciendo el piso de las galerías que rodeaban toda la casa, él ayudándolos con una pequeña carretilla, el patio grande, su padre sacando agua del pozo con una bomba manual, todo campo alrededor...

Cuando le tocó integrarse a la vida escolar, con casi 4 años, protagonizó su primer fracaso, abandonando el jardín a poco de haber comenzado. Pablo recuerda vagamente haberla pasado mal en ese jardín de infantes. Alguna clase de música, tocar el triangulo, pintar con temperas... y un día en particular, cuando la señorita lo puso en penitencia por haber entrado al baño de las nenas por error... hasta que finalmente sus padres lo sacaron de ese colegio. Ese temprano paso en falso le valió ser el objeto de las bromas infantiles de sus hermanos, quienes durante años le dijeron que él era el único nene que había repetido jardín de infantes.
Por suerte, al año siguiente, Pablo ingresó al jardín de infantes de la Escuela Normal "Estados Unidos del Brasil", escuela en la cual cursaría, esta vez exitosamente, jardín, pre-escolar, primaria completa y secundaria completa y donde además iba a conocer a quienes serían / son sus amigos de toda la vida.

De la época de la escuela primaria, Pablo guarda pocos recuerdos. Le gustaba dibujar. No jugaba bien al fútbol, así que los demás lo dejaban para lo ultimo en las rondas de "elegida" para los partidos. Con las bolitas mas o menos se defendía y jugando al "chupi" con las figuritas era bastante choto. Su memoria solo conserva los nombres de las maestras de sexto y séptimo grado. A las demás gradualmente el paso del tiempo las fue eliminando.
Pablo si recuerda claramente las horas que pasaba sentado sobre el murito del frente del colegio, esperando a que su papá lo viniera a buscar a la salida de la escuela. En el fondo cree que eso le ayudó a desarrollar la proverbial paciencia que lo acompaña hasta el día de hoy.

Después vino la secundaria y las primeras frustraciones importantes. Es que además de empezar a darse cuenta que no iba a poder ser astronauta, o que cambiar el mundo iba a ser más difícil de lo que creía cuando era más chico, empezó a fracasar sistemáticamente con las mujeres. O sea, la timidez no lo ayudaba. Y cuando por fin se animaba a encarar a alguna de las chicas que le gustaba, generalmente terminaba rebotando, rebotando mal.

En la secundaria Pablo hizo mucho deporte. Natación. Rugby. Mucho rugby. Desarrolló un lomo infernal. Y también en esa época, se le dió por leer compulsivamente todo libro de ciencia ficción que cayera en sus manos. Ya había leído a Bradbury, Asimov (todavía puede recitar de memoria las tres leyes de la robótica) y Arthur Clarke... Pero entonces empezó con Philip Dick, Delany, Roger Zelasny, Heinlein y Kurt Vonnegut... Solo ciencia ficción... El futuro estaba en el cielo, en el espacio, en nuestras mentes.

Antes de terminar la secundaria, a poco de irse a estudiar a Córdoba, Pablo descubrió, en un suplemento de cultura del diario Clarín, un cuento de Juan Forn que le partió la cabeza. Descubrió que se podía escribir sobre cosas que le pueden pasar a cualquiera de nosotros, en esta época, en este país. Mas importante aún, descubrió que muchas de las cosas que le pasaban a él, las cosas que sentía, se podían parecer a las cosas que le pasaban al personaje fumón de un cuento.

Después llegó el momento de estudiar una carrera universitaria. El mandato materno: "estudiarás o laburarás". Eligió estudiar. Le gustaba construir cosas, había hecho varios cursos de computación, tenía una computadora que su papá le había regalado en la cual programaba jueguitos muy básicos. Eligió Ingeniería de Sistemas. Eligió irse a vivir a Córdoba porque su amigo, el Pelado, se iba a Córdoba, donde ya tenía una hermana estudiando arquitectura. Los primeros tiempos fueron bastante duros. Extrañaba mucho. Extrañaba mucho. Extrañaba mucho.

En la facultad a Pablo le fué bastante bien. Aprobaba las materias mas difíciles con muy buenas notas. Es como que le empezó a encontrar la vuelta a la vida lejos de la familia, lejos de sus hermanos, lejos de los amigos que se habían quedado en Posadas. Siguió leyendo. Empezó a leer a García Marquez, Camus, algunos clásicos. Y en algún momento, durante un noviazgo a distancia que terminó disolviéndose, empezó a escribir. Y siguió estudiando. Y siguió escribiendo. Pequeños textos. Pedacitos de él y las cosas que le pasaban volcados al papel.

Y tuvo varios trabajos. Y finalmente un día se recibió de Ingeniero. Y siguió trabajando. Y de a poco fué dejando de escribir, como una vez ya había dejado de dibujar. Y se fué concentrando cada vez más en su trabajo, la familia que de a poco iba creciendo y aunque seguía leyendo, la escritura incipiente, pequeña, quedó relegada, escondida. Hasta que un día, un día medio triste de 2013, decidió volver a escribir. Escribir en un blog. Escribir cosas simples. Escribir las cosas que le pasan. Escribir las cosas que se imagina.

Pablo escribe porque cuando esta escribiendo siente algo que para él es muy parecido a la felicidad.

Otro vaso de Belgrano

Esta semana mi hijo me regaló otro vaso de Belgrano de Córdoba. El vaso es de plástico celeste y tiene en un costado un collage compuesto por imágenes en blanco y negro: una imagen de un hincha levantando una bandera con el escudo del club, la parte superior del frente del edificio del cine Colón y el ingreso del Hospital de Clínicas sobre la calle Santa Rosa. Debajo se puede leer Alberdi y una leyenda: "del Barrio de Alberdi yo soy".

Mi hijo me dió el vaso y me dijo: para que puedas seguir escribiendo, como escribiste sobre el vaso del Picante. En ese momento me di cuenta que hay alguien en esta casa que se toma mi escritura en serio.

Monday, March 17, 2014

Trending Topics

La semana pasada tuve mi propio par de Trending Topics (TT). En honor a la verdad no fueron realmente TTs de Twitter. Fueron más bien el equivalente a pequeña escala de ese fenómeno de repetición por millones que se produce cuando alguien, como por ejemplo Yanu (@YanuPerez14), escribe un tweet insertando al final de la frase un hashtag como #TeDariaBolaPero o #PeliculasQueNoCansan y los demás se prenden y empiezan a twitear y retwitear frases relacionadas de alguna forma con la temática planteada por el hashtag (etiqueta) en cuestión.

En mi caso, más que una frase inteligente o irónica o cargada de críticas al gobierno argentino o al Papa Francisco, lo que disparó los comentarios de mi grupo de amigos de Facebook, los cuales por otro lado no llegan siquiera a 100, fueron 2 fotos. Las fotos en cuestión tampoco tenían el aire frívolo / cool de la foto selfie de Ellen DeGeneres en los Oscar 2014, la cual logro dos millones de re-tweets en menos de 3 horas, convirtiéndola en la foto mas viral / famosa de la breve pero intensa historia de Twitter.  Veamos…


Trending Topic 1 – El asador

En una de las fotos se puede ver un asador de hormigón pre-moldeado con el comentario: “El Asador recién armado”. El asador en cuestión se muestra adusto, serio, todo gris, recién armado en el patio de mi casa. La foto la tomé y la subí con mi celular, embargado por la emoción de saber que ya no iba a hacer mas asados sobre un montón de ladrillos desparramados en el piso, luchando por evitar que alguno de los perros se robe un pedazo de carne de la parrilla. La foto cosechó la friolera de 22 “Me Gusta” y 26 comentarios. A título de ejemplo, a continuación incluyo 5 comentarios seleccionados:

Alejandra Buenísimo! el sáb estamos x allá! ; ) 
10 de Marzo a la(s) 17:41 • Ya no me gusta • 1

Ricardo  le falta humo a eso...
10 de Marzo a la(s) 17:48 • Me gusta

Dario Hay que estrenarlo urgente!
10 de Marzo a la(s) 18:58 • Me gusta • 1

Sebastian Espero que no me hagas comer el amague como el sabado pasado... ja ja ja
10 de Marzo a la(s) 19:40 • Me gusta • 1

Javier vamos carajo, hay que salir a cazar algun animal y meterle leña
10 de Marzo a la(s) 23:18 • Me gusta

Nótese el espíritu carnívoro y la ansiedad de la audiencia, que exige / demanda humo, asado, estreno de asador y parrilla ese mismo fin de semana.


Trending Topic 2 – El hombre del paraguas

En la segunda foto, tomada por mi comadre a través de la ventanilla de un auto (el cómo sigo siendo una persona que cree que en las instituciones del padrinazgo y / o madrinazgo será analizado en otro futuro post), se puede ver a un hombre de perfil; sosteniendo, cual promotora de TC 2000, un paraguas bajo la lluvia. Un poco más abajo, aparentemente resguardado por el paraguas, puede divisarse un bulto, otro hombre agachado, casi tapado por la curva del capot y el guardabarros delantero izquierdo.

El hombre que sostiene el paraguas soy yo. El hombre agachado, quien en realidad a esas alturas y a pesar del reparo del paraguas, ya estaba completamente empapado tratando de cambiar una rueda pinchada, es mi compadre.

Esta segunda foto recogió 25 “Me Gusta” y 14 comentarios, la mayoría de los cuales todavía me hacen poner colorado…

Gabriela Uh! que paso??!!
14 de Marzo a la(s) 9:43 · Me gusta

Claudio Un capo pablo...siempre tan atento.
14 de Marzo a la(s) 9:47 · Me gusta · 1

Cristina Pinchadura de neumático en la ruta
14 de Marzo a la(s) 10:15 · Me gusta

Soledad Estas cosas ya no se ven!!
14 de Marzo a la(s) 11:05 · Me gusta

Rafael Me hizo acrodar a Carli Calvo y Pablo Rago. Friends!!!. Maravilloso
14 de Marzo a la(s) 11:57 · Editado · Me gusta · 1

Judith IMPECABLE
14 de Marzo a la(s) 13:53 · Me gusta
  
Pablo Ufa... me van a hacer poner colorado... es muy simple... el compadre se merece que le tenga el paraguas y mucho mas
14 de Marzo a la(s) 16:10 · Me gusta · 2


El último comentario incluido arriba es mío. Es lo mismo que volvería a escribir ahora, mientras pienso en como mi compadre me ayudó / cuidó / acompañó mil veces a lo largo de los últimos 20 años, haciendo que sostener un paraguas bajo la lluvia, mientras mi comadre nos saca una foto, sea para mí lo más simple y natural del mundo.

Monday, March 3, 2014

El vaso del Picante

Ayer me desperté a eso de las 9:30hs. Llovía. Hacía varios días que llovía sin parar. Me levante tratando de no hacer ruido para que no se despierte mi hija. Una mancha de humedad en el techo del baño me mostraba cómo la lluvia había ido penetrando lentamente las distintas capas de nuestro techo.

Fui a la cocina para prepararme el desayuno. Miré el patio mojado por la lluvia por el ventanal de la cocina. Los jazmines amarillos al fondo del terreno formaban una cascada de verdes hojas y gotas cayendo hasta el césped. El cielo gris recortado por la copa de los arboles.
Prendí una hornalla y puse la plancha para hacer tostadas. Mire hacia la cafetera sin demasiadas esperanzas. Obviamente no había café hecho. Puse una servilleta de papel a modo de filtro. Busqué el frasco de café y cargué a ojo el equivalente a 3 o 4 pocillos. Busqué algún recipiente para cargar el agua y al mirar hacia mi izquierda vi el vaso de plástico celeste. Llené el vaso con agua de la canilla y cargué la cafetera. La encendí. En ese momento, todavía medio dormido, me di cuenta que no podía reconocer el vaso de plástico que sostenía en mi mano izquierda. Es decir, el vaso en cuestión, no era parte reconocible de la amorfa y diversa colección de vasos de plástico que mis hijos colectan y tunean con calcomanías sacadas de envases de yogur. Vasos de princesa. Vasos de Halloween. Vasos de la muñeca descerebrada de piernas largas y cintura diminuta. Vasos de algún superhéroe o personaje de dibujos animados.

Acerqué el vaso, mecánicamente. Lo puse frente a mí.  Era grande, alto. El típico vaso de cadena de cines, que permite a un niño servirse casi medio litro de gaseosa de una sola vez. Me llamó la atención el color celeste del plástico.  El lado que tenía hacia mí era liso, no tenía dibujos o inscripciones. Lo di vuelta lentamente y entonces lo vi, mirándome. El Picante Pereyra. El Picante repetido en fotos blanco y negro. El Picante saludando con el brazo derecho en alto. El Picante festejando un gol. El Picante tirando una chilena como solo él puede hacerlo. Debajo dos inscripciones: “Picante” y más abajo “por la camiseta”, “por el carnaval”.

¡Un vaso Pirata! ¡Un vaso de Belgrano de Córdoba! Como si dos neuronas hubieran hecho contacto de pronto en medio de mi cabeza, recordé que mi suegra había comentado durante la semana que el diario traía de regalo cada domingo un vaso dedicado a cada uno de los cuatro clubes de futbol de Córdoba. El vaso en cuestión debía ser uno de los vasos futbolísticos del diario. Siendo el único hincha de Belgrano de la familia, era lógico que el vaso terminara en casa.

Volví a mirar el vaso, con orgullo. Si me pudiera ver el Pelado, pensé. Le daría envidia. Se lo podría regalar. Después de todo él es el responsable, el culpable mejor dicho, que yo sea hincha de Belgrano. No de Talleres. No de Instituto. No de Racing de Nueva Italia. Hincha del Club Atlético Belgrano de Córdoba. El pirata cordobés. El celeste de Alberdi.

Originalmente, antes de venir a estudiar a Córdoba, yo había sabido ser, por mandato familiar, por herencia de mi abuela materna y mi tía, un hincha de Boca más. Era natural que viviendo en una provincia donde los clubes locales apenas podían aspirar a participar de algún campeonato regional o a lo sumo el Nacional B, uno se terminara haciendo hincha de alguno de los clubes grandes porteños. En este país claramente unitario en lo que a pasiones futbolísticas se refiere, uno terminaba encontrando hinchas de Boca, River o San Lorenzo en lugares alejados de la Capital, dispersos en la geografía nacional. Así podían encontrarse hinchas de River en la lejanía de La Quiaca, hinchas de Boca en lo profundo de La Pampa o hinchas de San Lorenzo o Independiente en la húmeda provincia de Misiones. En la mayoría de los casos, extrañamente, estos hinchas remotos, nunca habían pisado la cancha del club de sus amores. Era algo así como ser hincha a la distancia del Barcelona, el Real Madrid o la Juventus. Había casos extraños, merecedores de algún estudio sociológico, como el de mi propio padre o el padre del Pelado, quienes viviendo en Misiones y desafiando las generales de la ley, eran hinchas confesos de Estudiantes de La Plata. Previsiblemente, con el tiempo, el Pelado mismo resulto ser a su vez hincha de Estudiantes.

Cuando nos vinimos a estudiar a Córdoba, el Pelado, que de fútbol siempre entendió mucho más que yo, se hizo hincha de Belgrano. O sea, no es que dejo de ser hincha de Estudiantes, pero se las arreglo para hacerle lugar a la pasión por el pirata cordobés. De a poco, como por imitación, yo que no era un hincha muy fanático de Boca, me fui haciendo también hincha de Belgrano. Y mientras empezábamos nuestras carreras universitarias y aprendíamos a vivir solos en una ciudad nueva, íbamos aprendiendo también quien había sido la Chacha Villagra, donde quedaba el Gigante de Alberdi y cuantos clásicos con Talleres había ganado el celeste. 

Pasaron unos pocos años. De alguna forma avanzábamos en nuestras carreras universitarias. Nos habíamos acostumbrado a estar lejos de casa. Nos íbamos volviendo cordobeses. Tan cordobeses como un misionero pudiera ser. Los fines de semana jugábamos al fútbol. Los fines de semana escuchábamos fútbol en la radio. Y así pasábamos la vida. Hasta que un día, un puto día triste, el Pelado tuvo que volverse a Misiones. Y yo me quedé.

Pasaron varios años mas. Con el tiempo, empecé a ir de vez en cuando a la cancha. Vi al pirata jugar en Alberdi. Lo pude escupir a Graciani jugando para Argentino Juniors a través del alambrado de la popular. Estuve en el Chateau, en medio de los papelitos, el día que ascendimos contra Aldosivi. Vi jugar a Belgrano por la tele quinientas veces, renegando, puteando. Descendimos. Ascendimos.¡Vi a Belgrano descender a River en el Monumental! Y siempre, todo ese tiempo, cada vez que lo veía jugar al celeste, en algún lugar adentro mío, me acordaba del Pelado, mi amigo que me hizo ser hincha pirata y me lo dejo de regalo, naturalmente, como si hubiera nacido en Alberdi, cerca de la cancha...


El gorgoteo de la cafetera terminando de preparar el café me trae de vuelta. El Picante me sigue mirando con el brazo en alto. Definitivamente, cuando lo vuelva a ver al Pelado tengo que regalarle este vaso.