Thursday, August 22, 2013

Bondi

Un viaje interminable. Todos los viajes iguales. Generalmente en colectivo. "Bondi" le decían. Muy de vez en cuando un viaje en avión, como una aproximación al Primer Mundo. Lo único que recordaba de esos episodios aéreos era la aceleración del despegue y el aire acondicionado demasiado frío, lo demás parecía haber sido  borrado de su memoria, como esas cosas rutinarias a las que uno no les dá importancia.


-Viajar cansa. - Pensó en voz alta. La mina del asiento de al lado lo quedó mirando. Empezó a mover la boca, pero él no podía escucharla a través de la voz de Julio Sosa. Apagó el MP3.


-¿Me hablaste? - Dijo ella por tercera vez.


- Disculpame. Estaba pensando en voz alta. 


La mina lo miró una vez más y después siguió leyendo una revista. Un artículo acerca de las tribulaciones de la rata de agua del horóscopo chino. Él recordó su destino de Chancho de metal y Acuariano. Era un buen tipo, de buen corazón, un poco celoso y demasiado racional, su piedra era el jade verde o algo así. En los horóscopos todos son buenos tipos, pensó. Cuestión de no dejar desconforme a nadie.


- Te imaginás un horóscopo que dijera "Usted es un cagador que traiciona a todos a su alrededor". La idea le dió risa. Es gracioso pensar en toda esa gente yendo por la vida con un horóscopo bajo el brazo, guiándose por los designios de un estudioso de los signos astrales. Gente que se relaciona con los demás según el signo bajo el cual nacieron, una especie de racismo.  Se preguntó qué tan "creyente" sería la mina del asiento de al lado. No se animó a preguntar. Eran extraños. Desconocidos viajando juntos.


Uno viajaba al lado de alguien durante horas y no había nada de qué hablar. Cada uno en su cajita de cristal viajando con motivos diferentes. En el mejor de los casos uno encontraba alguien con quien hablar y no importaba lo que dijeran, en algún momento uno de los dos o los dos tenían que bajarse de la vida del otro. Era raro, tanta cercanía física y tanto desconocimiento del otro.


La persona de al lado podía ser un asesino, un doctor, una loca, un ignoto científico, o solo tener algunas mañas y caprichos particulares. Daba lo mismo, siempre se podía mentir a alguien que no se iba a volver a ver.


- ¿Crees en el horóscopo chino? - Preguntó por fin.


- No. Pero ya leí toda la revista. Me aburre viajar. - Contestó la mina y lo miró a los ojos. Ojos verdes, lentes de contacto. Lindos.


- A mi también. Y viajo bastante seguido. - Eso era cierto. Le gustaban los ojos de la mina. Eran los lentes de contacto.


- Yo no. Viajar me gusta pero me aburre. Me aburre más de lo que me gusta. - Parecía una nena.


- Yo ya me acostumbré. Al principio me cansaba, después de un tiempo me seguía cansando y ahora simplemente me canso de viajar. - Humor fácil. Típico. También solía ser irónico. La mina no se rió.


- Ya perdí la cuenta de los viajes, son años. - Agregó. Definitivamente le gustaban los ojos de lente de contacto, y las pecas. Pecas en la nariz, en las mejillas, la espalda. La mina de al lado no tenía pecas.  


 - Todo empezó cuando me fuí a estudiar. - Dijo él, después de una pequeña pausa, dando comienzo a una de sus interminables alocuciones. Era un gran hablador. Trabajaba de eso. Docencia le decían ahora. Como contar cuentos.


- ¿Qué estudias? - Preguntó la mina.


- Estudiaba. - Corrigió él. - Ingeniería. ¿ Y vos? -


- Arquitectura. - Dijo la mina con una risita disimulada. Sin duda, se trataba de una futura arquitecta.


- ¿Qué es lo gracioso? -


- Me acordé de un chiste de arquitectos sobre ingenieros. - Seguía sonriendo. Y puso cara de seria. Todos saben que para contar un chiste hay que ponerse serio.


- Dos tipos se suben en un globo y salen a dar una vuelta. El globo sube rápidamente y de pronto el viento se los empieza a llevar lejos, muy lejos. - Se le escapó una risita, seguro pensando en el final. - El viento los arrastra y los tipos se empiezan a asustar. Vuelan durante días y días sobre pueblos y campos y montañas y llegan por fín al mar. Siguen volando y llegan por fín a una isla. En la isla hay un tipo. Los del globo le empiezan a gritar : -Eh!! De la isla!!. - La mina hace como una bocina con las manos. Se la veía graciosa.


- Qué!!!! - contesta el tipo a los gritos.


-¿Donde estamos?


- En un globo. - Dice el tipo.


-Ves!.-  Le dice un tipo al otro. - Ese es un ingeniero.


- ¿Porqué?


- Porque lo que dice es cierto, pero no sirve para un carajo!!.- Y la mina se rió. Y él también. No era el primer chiste que le contaban referido a su profesión. Se iba acostumbrando. 


- Es bueno, muy bueno. - Dijo él, riendo todavía. - Bastante bien para alguien sin pecas.


- No te ofendiste. ¿No?. - Preguntó la mina mientras se iba poniendo seria de nuevo. Cara de escuchar "Alice in Chains" y comer chicle. 


- Para nada. - Eso también era cierto. No se podría haber ofendido. No con esos ojos.


- Contame un chiste. - Pidió la mina.


- No sé ninguno. - Mintió él, mientras recordaba la época en que tocaba la guitarra y contaba chistes durante horas. Pensó si no hubiera sido buen comediante. Payaso, con todas las letras. 


- Mentira - Demasiado fácil. - ¿Cómo no vas a saber ninguno?. Todo el mundo sabe algún chiste. - Recriminó medio en joda la mina. Cara de nena otra vez.


- Yo no. - Dijo él, un poco más serio. - Al menos no me acuerdo ninguno ahora. - Eso si era cierto. Pasaba siempre. Uno solo sentado en el inodoro podía cagarse de risa por horas recordando chistes. Frente a un auditorio de más de uno la memoria comenzaba a fallar, como un motor que se va a quedar sin nafta y te dejaba en bolas en medio de la ruta, en pedo y en invierno, y con lluvia.


Después de varios segundos de silencio la mina bajo la mirada hacia la revista y él se dio cuenta que había perdido la oportunidad de seguir conversando, conociéndola. Lentamente el también busco sus auriculares y empezó la retirada fijando la mirada en el respaldo de el asiento de adelante.

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