Saturday, May 2, 2015

Spanglish VI

La vibración del celular sobre la mesa de luz lo terminó de despertar. De alguna manera, el celular se había configurado en un modo en el cual por las noches no sonaba al recibir llamados o mensajes, solo vibraba. De día volvía a la normalidad. Probablemente había sido su hijo el que estuvo jugando con el teléfono y le cambió la configuración. Le gustaba que el celular lo dejara dormir.

Manoteó el celular en la oscuridad, tratando de no tirarlo al piso. Desbloqueó la pantalla. 2 SMS, 2 mensajes de WhatsApp, de 2 conversaciones. Abrió WhatsApp. 1 mensaje del grupo de la Catedra. El otro era de ella: - Hola

Habían pasado varios meses desde la última vez que se vieron. Él se había empezado a dejar llevar por la inercia, la rutina que lo mantenía ocupado, distraído, aplicando gradualmente capas de olvido… Sabía que ella se había ido de viaje. Él no había hecho mucho esfuerzo por mantenerse en contacto. Ella tampoco.

No es que se hubieran dejado. No se había roto nada. Era solo como que esa dinámica de entrar y salir sin aviso de la vida del otro, se hubiera relajado un poco más y de a poco los días sin contacto, sin noticias, se habían ido volviendo semanas… después meses.
Recordó su cara. Su pelo. Se quedó quieto en la oscuridad, tratando de recordar su sonrisa. Las imágenes de los sueños se mezclaban con las visiones de su cuerpo desnudo en la penumbra.

- Hola – respondió por fin en Whatsapp. Ella no estaba en línea.
- Como estás? – continuó, sabiendo que ella no estaba leyendo.
- Por dónde andas? – última pregunta, pensó para sus adentros. Me estoy poniendo “denso”, así hubiera dicho ella.

Dejó el celular sobre la mesa de luz y se dio vuelta. Se volvió a dormir pensando que iba soñar con ella.
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Esa mañana se levantó, se bañó y desayunó con los chicos antes que se fueran al colegio. Su mujer le quemó las tostadas, pero se las comió sin decir nada. Fue a la facultad. Estuvo en reuniones toda la mañana. A eso de las 12 volvió a mirar el celular. La luz parpadeante en el frente le indicaba que tenía mensajes sin leer: 2 mensajes de WhatsApp.

- Hola
- De viaje
- Tengo wifi ratito en el hostel a la mañana. – Nada más. Otra vez estaba off-line.

Se empezó a poner ansioso. Antes que pudiera controlarse ya estaba contestando:

- Estamos desencontrados. -  tipeó con un solo dedo. El corrector ortográfico le quiso corregir el “desencontrados”.
- A la hora que vos lees mis mensajes y me contestas yo estoy desconectado. – completó.

Reconocía esa sensación que comenzaba a darle vueltas adentro, bien adentro. Con un solo mensajito ella había activado un mecanismo de relojería, una invisible máquina de Goldberg que terminaba haciendo que él ya no pudiera dejar de pensar en ella.

- Esto es como en los viejos tiempos que nos escribíamos cartas – Escribió finalmente, sabiendo que ella no iba a contestar hasta el otro día.