La vibración del celular sobre la mesa de luz lo terminó de
despertar. De alguna manera, el celular se había configurado en un modo en el
cual por las noches no sonaba al recibir llamados o mensajes, solo vibraba. De día
volvía a la normalidad. Probablemente había sido su hijo el que estuvo jugando
con el teléfono y le cambió la configuración. Le gustaba que el celular lo
dejara dormir.
Manoteó el celular en la oscuridad, tratando de no tirarlo
al piso. Desbloqueó la pantalla. 2 SMS, 2 mensajes de WhatsApp, de 2
conversaciones. Abrió WhatsApp. 1 mensaje del grupo de la Catedra. El otro era
de ella: - Hola
Habían pasado varios meses desde la última vez que se
vieron. Él se había empezado a dejar llevar por la inercia, la rutina que lo
mantenía ocupado, distraído, aplicando gradualmente capas de olvido… Sabía que
ella se había ido de viaje. Él no había hecho mucho esfuerzo por mantenerse en
contacto. Ella tampoco.
No es que se hubieran dejado. No se había roto nada. Era solo
como que esa dinámica de entrar y salir sin aviso de la vida del otro, se
hubiera relajado un poco más y de a poco los días sin contacto, sin noticias,
se habían ido volviendo semanas… después meses.
Recordó su cara. Su pelo. Se quedó quieto en la oscuridad,
tratando de recordar su sonrisa. Las imágenes de los sueños se mezclaban con
las visiones de su cuerpo desnudo en la penumbra.
- Hola – respondió por fin en Whatsapp. Ella no estaba en línea.
- Como estás? – continuó, sabiendo que ella no estaba leyendo.
- Por dónde andas? – última pregunta, pensó para sus adentros.
Me estoy poniendo “denso”, así hubiera dicho ella.
Dejó el celular sobre la mesa de luz y se dio vuelta. Se
volvió a dormir pensando que iba soñar con ella.
________________________________________________________________________
Esa mañana se levantó, se bañó y desayunó con los chicos
antes que se fueran al colegio. Su mujer le quemó las tostadas, pero se las
comió sin decir nada. Fue a la facultad. Estuvo en reuniones toda la mañana. A
eso de las 12 volvió a mirar el celular. La luz parpadeante en el frente le
indicaba que tenía mensajes sin leer: 2 mensajes de WhatsApp.
- Hola
- De viaje
- Tengo wifi ratito en el hostel a la mañana. – Nada más. Otra
vez estaba off-line.
Se empezó a poner ansioso. Antes que pudiera controlarse ya
estaba contestando:
- Estamos desencontrados. - tipeó con un solo dedo. El corrector ortográfico
le quiso corregir el “desencontrados”.
- A la hora que vos lees mis mensajes y me contestas yo estoy
desconectado. – completó.
Reconocía esa sensación que comenzaba a darle vueltas
adentro, bien adentro. Con un solo mensajito ella había activado un mecanismo de
relojería, una invisible máquina de Goldberg que terminaba haciendo que él ya
no pudiera dejar de pensar en ella.
- Esto es como en los viejos tiempos que nos escribíamos cartas
– Escribió finalmente, sabiendo que ella no iba a contestar hasta el otro día.