Saturday, October 24, 2015

Girasoles

A ver si puedo volver a escribir... un pedacito de cielo... de Girasoles...

Estoy parado frente a los Girasoles. Solamente un metro me separa del cuadro.  Si levantara el brazo podría tocar la tela. Muy cerca. A través de las lágrimas que empiezan a nublarme la vista alcanzo a distinguir los trazos, el óleo empastado siguiendo las líneas que el pincel dibujó sobre la tela. La pequeña placa al costado del cuadro dice algo así: “…los colores amarillos eran colores alegres para Van Gogh, el cuadro expresa un estado de ánimo alegre por la inminente visita de su amigo Gauguin…”.

Sigo las líneas con la vista, los trazos individuales sobre la tela… Me alejo lentamente… Dicen los que saben que a los cuadros hay que mirarlos desde cierta distancia, que de esa forma se puede entender / contemplar el todo. Gradualmente, los trazos comienzan a fundirse en las flores que tantas veces contemplamos en libros de reproducciones. Empezamos a entender lo que el pintor trata de decirnos a través de la compleja superposición de trazos, las capas de colores, las distintas texturas. La atención se va desplazando de la contemplación de la técnica y los detalles individuales a un lugar indefinido dentro del pecho donde las flores, la visita de un amigo, evocan sensaciones muy lejanas en el tiempo.

Es como con la escritura. Una palabra sola puede llamarnos la atención por su sonido, la cacofonía especial que surge de una determinada combinación de letras. Podemos buscar su significado en nuestra memoria. Por ejemplo, la palabra “Girasoles”… combinación de una acción con el sol / astro rey… imagen de una flor amarilla… Un día soleado… Le agregamos más palabras: “Estoy parado frente a los Girasoles”… más oraciones… párrafos… una carilla entera de palabras contándonos una historia… un hombre frente a un cuadro.


Las palabras… los trazos… las oraciones… cada una de las flores termina fundida en una sola imagen, una historia. Al final solo nos queda una mezcla de sensaciones dando vueltas en el pecho.