Tuesday, October 28, 2014

Hoy estuve en Lima


Hoy estuve en Lima. En realidad estuve en el aeropuerto de Lima. Se llama Aeropuerto Jorge Chavez en honor a un prócer u hombre público del cual no sé nada.

Fue la primera vez que estuve en Perú. Puedo agregar un país más a la lista de países en los que estuve alguna vez. En realidad, no estoy seguro que haber estado 5 horas dentro del aeropuerto, esperando una conexión al destino final de mi viaje pueda contar como una verdadera visita a tierras peruanas. Y es que no se puede conocer mucho de un país visitando solo sus aeropuertos. Es como que la globalización llega primero a los aeropuertos y entonces todos se parecen bastante. Los locales de Duty Free venden en todos lados los mismos perfumes. Las tiendas de souvenirs y artículos regionales deberían brindar la posibilidad de acercarse aunque sea un poco a la esencia de cada país, de cada región, pero en vez de eso te ofrecen remeras y tazas genéricas, made in China, con una leyenda también genérica: recuerdo de Perú, recuerdo de Chile, recuerdo de México…


Donde a veces si se puede hacer un poquito de contacto con el país escondido atrás del aeropuerto y sus puertas de vidrio que separan a los pasajeros en tránsito de la gente común, es en los locales de comida. Si uno busca un poco y evita los locales de cadenas de comida rápida, se puede llegar a encontrar una versión simplificada, generalmente suavizada, de las comidas propias de cada lugar. Y lo mejor de todo es que uno puede pedirle al mozo que lo atiende que le recomiende el mejor plato del lugar y con un poco de suerte el individuo en cuestión se va a olvidar de todos los formalismos propios de un contexto tan internacional, tan neutro y a los pocos segundos nos va a estar diciendo clarito, clarito, cual es el ceviche que no deberíamos dejar de probar. Y así logramos, a través del sabor, a través del estómago, hacer contacto por un ratito con ese país que anda por ahí, escondido detrás de los vidrios, las barreras, las autopistas y los carteles en inglés.

Saturday, October 11, 2014

Spanglish IV

A ver como siguen la alumna y el profe...



Habían quedado en verse esa noche en el departamento de ella. A eso de las diez de la noche,  después de la facultad. El llegó cinco minutos tarde y tocó el portero nervioso, mirando a su alrededor. No sabía si los nervios eran por miedo a que algún conocido lo viera entrando al edificio de ella o por el hecho de volver a verla.

Ella atendió el portero. Su voz sonaba extraña en el pequeño parlante.

El entró atravesando el lobby del edificio, saludando al guardia que apenas hizo un gesto con la cabeza desde atrás de una especie de pequeño mostrador.

Se paró frente a los ascensores. La superficie metálica del panel con los botones le devolvió un reflejo distorsionado. Presionó el  botón de la derecha. Esperó unos treinta segundos hasta que la puerta se abrió y entonces entró al ascensor. Presionó el botón del piso de ella, mientras recordaba la última vez que había estado en ese ascensor.

Llegó al piso. La puerta se abrió. Caminó con pasos rápidos hasta la puerta del departamento. Tocó el timbre. Ella abrió la puerta, sonriendo.
Hola. Pasá. Ponete cómodo…  – le dijo, mientras le daba un beso en la mejilla, sin dejar de sonreír. Cierta distancia. Cero hostilidad.
Hola ¿Cómo estás? –contestó él mientras pasaba al pequeño living y veía como ella se iba corriendo descalza para la cocina.
Bien… ¿Comiste algo? Estoy por descongelar unas milanesas ¿querés? – dijo ella, gritando la última pregunta desde la diminuta cocina.
Dale. Milanesas está bien ¿Hace falta que baje a comprar algo?- preguntó el casi por Costumbre.
Mmmm… No… creo que tengo todo. – dijo ella entrando al living.

Estaba muy linda. El pelo todavía húmedo después de la ducha. Una remera gris y jeans gastados. Descalza. Cruzó las piernas breves mientras se sentaba en el otro sillón.

¿Cómo estás? – preguntó ella, mirándolo a los ojos.
Bien… ocupado con los exámenes… estos últimos días estuvimos revisando los planes de la cátedra… - se dio cuenta que estaba respondiendo pelotudeces cuando vió la sonrisa picara de ella.
¿Y vos? ¿Cómo estás? – preguntó él, bajando la mirada hacia la mesa ratona y la pila de revistas que había arriba. Desde la tapa de una Rolling Stone, una foto póstuma de Gustavo Cerati lo miraba tranquilo.
Bien… estuve rindiendo… - hizo una breve pausa - ¿Te acordás que te hablé de un pibe Gustavo?
Mmmm… más o menos… - claro que se acordaba de Gustavo – Ese pibe que saliste unas veces… pero que tenía novia.
Ese… ese Gustavo… el que tenía novia – contestó ella y se levantó de un salto.
Voy a ver las milanesas – dijo ella, mientras corría hacia la cocina.

El volvió a buscar la mirada de Cerati. Manoteó la revista y la empezó a hojear.
-  ¡Van a estar en cinco minutos! – gritó ella desde la cocina – Ayudame a poner la mesa.
-  Dale. Ahí voy – contestó él mientras dejaba de vuelta la revista sobre la mesa ratona y se levantaba del sillón.

Para cuando terminó de poner los cubiertos y los platos las milanesas ya estaban listas. Ella preparó una ensalada con unos tomates y se sentaron a la mesa.

Comieron casi en silencio. Masticaban y se hablaban solo para pasarse la sal o una servilleta. En un momento ella hizo un chiste y él se empezó a reír. Después él hizo un chiste y se rieron los dos. Y empezaron a hablar de viajes y ella le contó que pensaba hacer un viaje sola, por Europa. Y él le preguntó qué países quería conocer y le terminó contando detalles de su viaje a París.

Cuando terminaron de comer, levantaron la mesa. Amontonaron los platos en la pileta de la cocina y volvieron a sentarse en los sillones. Tranquilos.

Viste que te comenté de Gustavo… - dijo ella mientras se acomodaba en el sillón - Estamos saliendo. Se dejaron con la novia – continuó ella, mirándolo. Tratando de medir la reacción en la cara inexpresiva de él.
-  ¿y vos cómo estás? ¿Estás bien?... digo, con él… estás bien, ahora con él – preguntó él levantando la mirada.
Si, estoy bien… no tengo claro que va a pasar con nosotros, pero por ahora estamos bien… saliendo nomás y viendo que onda… - contestó ella.
Bueno, eso es lo más importante… digo, que vos estés bien – dijo él y después se quedó callado, mientras sentía como una sensación de ahogo le empezaba a subir desde el pecho.
Ella también se quedó callada. Silencio. Sensación de incomodidad creciente. Despacito, lentamente, se fueron buscando con la mirada. Hasta que se encontraron. Y ella pudo ver, a través de la mirada de él, por un instante, como un destello, un pequeño derrumbe.
Fue solo un instante. Hasta que él pudo retomar el control. Sintió, recordó algo que le había querido decir varias veces, algo que había entendido después de mucho tiempo. La madurez no significa que crecemos y las cosas ya no nos duelen como cuando somos chicos. Significa que aprendemos a disimular mejor. Solo eso.

Ella se levantó y se fue a sentar al lado de él. Le tomó la mano
¿Te molesta? Digo, lo de Gustavo – preguntó ella.
Está bien… no hay problema… - contestó el – es solo que… yo pensé que… no importa – y se volvió a quedar callado.

Decidió que ya era hora de irse. Sin decir nada se levantó y encaró para la puerta. Al llegar a la puerta, se dió vuelta para despedirse y entonces la vió, parada detrás de él. Encontró su mirada. Por un instante todo volvió a ser como la primera vez.

- Me tengo que ir – dijo mientras se acercaba para darle un beso.

¿y si te quedas un rato más? – dijo ella, mientras le tomaba la mano y el universo se empezaba a ir al carajo una vez mas.