A veces, cuando me siento lejos,
lejos de casa, o cuando aun estando en mi casa, me siento lejos, suelo recordar
un cuento que leí hace mucho. Se trata de un cuento de ciencia ficción de James
Tiptree Jr. que se titula "El hombre que volvió".
Lo leí por primera vez en un
número de la revista de ciencia ficción El
Péndulo, siendo aún un adolescente, hace muchos años, en la ciudad de
Posadas, Misiones, en una época en que todavía creía que iba a poder viajar a
las estrellas. El cuento es hermoso, triste, me deja siempre una sensación de
melancolía en el medio del pecho. Es un relato que de alguna forma comienza y
termina en un mismo punto del tiempo y el espacio, saltando entre 2 hilos
narrativos, conjugando siglos de futura historia post-apocalíptica, con flashes
del desgarrador viaje temporal del protagonista. Un viaje imposible, contra
toda probabilidad, a lo largo de 50.000 años, tratando de volver a su casa, a
su familia, ya inexistentes, vaporizados, disueltos al momento mismo del inicio
de su viaje.
De alguna manera, salvando las
distancias, creo que a lo largo de los años siempre me sentí identificado con
el astronauta protagonista del cuento. Yo nunca pude viajar por el tiempo y el
espacio. No soy el causante de una explosión que casi termina destruyendo a la
humanidad. Es solo que siento que yo también estoy siempre viajando,
alejándome, sintiendo esa desesperante necesidad de volver. Volver a un lugar
que probablemente ya no existe. Como nos pasa a veces cuando queremos volver a
un lugar de la infancia que hace mucho no vemos y cuando logramos llegar ya no
es como lo recordábamos.
Y así es como a lo largo de los
años, de vez en cuando, en esos momentos en que me asalta la melancolía,
siempre vuelvo a buscar el cuento y a su protagonista. Hasta esta semana. Y es
que esta semana, estando muy lejos de mi casa por un viaje de trabajo, tuve
unos de esos momentos en que quise recordar el cuento. Lo busqué en Internet. Re-descubrí
que James Tiptree Jr. en realidad era una señora, psicóloga ella, que trabajó
durante un tiempo en la CIA, que se llamaba Alice Sheldon. Encontré el cuento
en una versión en castellano bastante decente publicada en un ignoto blog y lo
volví a leer. Y me volví a emocionar con la historia de John Delgano, el
astronauta imposible, el monstruo, el hombre que volvió. Y esta vez descubrí
algo que no podía recordar y que ya no voy a poder olvidar: el accidente del
cuento, el experimento fallido que da inicio al viaje temporal y al apocalipsis
nuclear que casi destruye la civilización, ocurre en los laboratorios de
investigación que están situados geográficamente en el condado de Bonneville,
en el estado de Idaho, Estados Unidos.
Casualidad. Destino. Probabilidad.
Durante estas 2 últimas semanas,
al momento de releer el cuento, en este instante, mientras escribo estas
palabras, yo mismo estoy en Idaho, en el condado de Bonneville, a pocos
kilómetros de los laboratorios citados por Tiptree... tratando de volver.
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