Sunday, May 4, 2014

Incapacidades...

El otro día leí un texto de Juan Villoro, en el cual el escritor mexicano relataba / relacionaba dos hechos de su infancia: la llegada del hombre a la luna y su incapacidad para silbar fuerte. Aparentemente, el niño Villoro no era capaz de silbar lo suficientemente fuerte como para poder llamar desde la calle a una chica, que vivía en un cuarto piso, de la cual estaba enamorado.

Yo tampoco podía silbar fuerte cuando era chico. Podía silbar suavecito acompañando una canción, pero no podía lograr un silbido que fuera lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de alguien en la calle, o para usarlo en la cancha, chiflando al referí. Al día de hoy, sigo sin poder silbar fuerte.

Hay otras debilidades / incapacidades que me acompañan desde chico. Por ejemplo, nunca aprendí a atarme correctamente los cordones de los zapatos. Recuerdo de chico estar sentado en el piso, en una colonia de vacaciones, los demás nenes formándose en filas. Yo estoy llorando. No puedo atar los cordones de mis zapatillas Flecha. Mi hermana se acerca y me rescata, atándome los cordones. 

Mi mujer, bastante diplomática, dice que me ato los cordones de una manera extraña. Miro los canales de programas infantiles y cuando aparece algún programa educativo donde enseñan a los niños a atarse los cordones haciendo dos orejitas me pongo a practicar junto con mi hija de tres años. Lo de las dos orejitas me funciona mas o menos. Generalmente una de las orejitas se me desarma a mitad del proceso y termino estirando uno de los cordones, pellizcándolo a través del lazo que alcancé a formar con la otra orejita. Mi hija me mira, me muestra sus propios cordones y me pregunta: ¿Papi, están bien mis cordones?. Afortunadamente, aún no se da cuenta que su padre no tiene la autoridad moral para juzgar la terminación de sus nudos.

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