Saturday, November 2, 2013

El perro Joaquin

Nuestro primer perro se llamaba Joaquin. Si bien yo siempre había tenido perros de chico y en orden estrictamente cronológico mi primer perro había sido un perro policía que se llamaba Puma, Joaquin fue el primer perro que tuve cuando yo mismo ya era padre.

Hacia pocos días nos habíamos mudado a nuestra nueva casa, un pequeño dúplex en un barrio hermoso lleno de plazas y arboles en las veredas, dejando atrás el que había sido mi último departamento de soltero. Mi mujer, que siempre había tenido perros  y es definida por su propia madre como “perrera”, encontró a este cachorrito en la calle cerca de la casa materna y se lo llevo con ella. El perrito era chiquito, flaquito, tenía pelo corto blanco con algunas manchas negras y para cuando yo lo vi por primera vez al regresar del trabajo, ya no tenía las garrapatas que según me contaron, le cubrían aproximadamente la mitad del cuerpo cuando lo encontraron. Lo habían llevado al veterinario y ya lo habían curado de las heridas que pulgas y garrapatas le habían causado y además lo habían desparasitado. Lo único que teníamos que seguir tratando era la sarna que el pobre Joaquin también tenia y para ello teníamos que bañarlo y aplicarle un liquido especial durante varias semanas.
Joaquin, como la mayoría de los perros de la calle, desde el primer momento fue muy dócil y era casi imposible no caer rendido a sus ojos compradores. El perrito se dejaba curar las heridas y soportaba estoicamente los baños a los que lo sometíamos prácticamente todos los días y aguantaba casi sin lamerse, las aplicaciones de los líquidos que le iban terminando de curar la sarna.

Pasaron las semanas y Joaquin se fue mejorando y fue creciendo y engordando hasta parecerse finalmente a un perro hecho y derecho. Dormía en el pequeño patio del dúplex,  debajo del asador y durante el día pasaba la mayor parte del tiempo dentro de la casa, jugando con mi hijo que apenas empezaba a gatear. Los fines de semana o algunas tardes cuando volvía temprano del trabajo, salíamos a pasear los 3 hombres de la casa; mi hijo en su cochecito de bebe, yo detrás empujando el cochecito y Joaquin a un costado con su collar y una correa finita de color azul. Solíamos ir a una plaza a 2 cuadras de casa y ahí nos sentábamos y jugábamos los 3. Jugábamos todos los juegos que un bebe, su papa y un perrito de la calle adoptado podían jugar en una plaza. Y la gente pasaba y nos miraba y un día una mujer que nos estaba mirando se nos acercó y me dijo “trajiste 2 cachorritos” y se quedo mirándonos jugar un rato mas. De esa época tenemos una foto que le sacamos una vez que trajimos unos huesos gigantescos que habían quedado de una pata de ternera que habíamos comido en un festejo y en la foto se lo ve a Joaquin con cara de felicidad, en el pasto de nuestro patio, al lado de uno de los huesos que eran casi mas grandes que él.

Cuando estábamos en casa, tratábamos que Joaquin no saliera solo a la calle, que no se escapara pasando su cuerpo flaco a través de los barrotes de la reja de la cochera. Era muy chiquito y teníamos miedo que los otros perros de la cuadra lo pudieran lastimar o se perdiera y no supiera como volver, como regresar a casa. Y en general Joaquin no se escapaba. Hasta que un día se escapo. Alguien, no puedo recordar exactamente quien, dejo una puerta abierta y Joaquin, aprovechando el descuido, se dio a la fuga, rápido, veloz, dando saltitos como una gacela de Thomson.
Pasaban las horas y Joaquin no volvía. Lo salimos a buscar por el barrio y no lo pudimos encontrar. Hasta que se hizo de noche y regresamos cabizbajos y preocupados a nuestra casa. Cenamos en silencio y cuando nos estábamos por ir a dormir mi mujer se puso a llorar desconsolada, preocupada por el pobre perrito que se había perdido o había sido secuestrado por algún desconocido en la calle. Nos acostamos y como a eso de las 3 de la mañana mi mujer se despertó, alertada por ruidos en la planta baja. Bajamos las escaleras y cuando abrimos la puerta del frente que daba a la cochera nos encontramos con Joaquin que había vuelto y nos hacia fiesta como si los que hubiéramos vuelto de algún lado fuéramos nosotros. Mi mujer lo alzo y lo abrazo y se puso a llorar, esta vez de la alegría. En medio de los festejos imaginábamos que Joaquin, al fin y al cabo un perro aventurero, había escapado de sus secuestradores para volver a casa, con nosotros.

Pasaron los días y Joaquin no volvió a escapar. Hasta que se volvió a escapar. Y esta vez fueron 2 o 3 días. Y luego volvió. Y se volvió a escapar de nuevo. Y a los 2 o 3 días regreso  nuevamente. Y de a poco la teoría conspirativa de los secuestros que yo había elaborado para tratar de explicar las ausencias de nuestro perro fue perdiendo sustento. Y así, el ciclo de escape y regreso se repitió varias veces de forma misteriosa, hasta que un día mientras Joaquin se escapaba y se alejaba dando saltos, mi suegro, que estaba de visita en casa, se decidió a seguirlo y salió corriendo detrás de él.
Pasaban los minutos y ni mi suegro ni el perro regresaban. Cuando ya estábamos empezando a pensar que nos iban a pedir rescate por ambos, vimos que mi suegro regresaba caminando tranquilo con una sonrisa en la cara. Entramos a casa y entonces nos conto lo que había pasado: había seguido corriendo al perro que iba disparado como un misil por varias cuadras, cruzando una plaza, ladrando, como saludando a sus conocidos del barrio, hasta que después de unos minutos el perro se detuvo enfrente de una casa y antes que mi suegro pudiera acercarse entro muy decidido. Mi suegro se acercó hasta la casa y toco timbre y entonces se asomo una mujer y mi suegro le explico que el perro que acababa de entrar era nuestro. La mujer sonriendo le explico que ella tenía una perrita, que la perrita aparentemente estaba en celo y que nuestro perro la había estado “visitando” los últimos tiempos. Mientras mi suegro terminaba el relato nos empezamos a reír los tres. Nuestro perro no había estado secuestrado, simplemente se había puesto de novio. ¡Bien por Joaquin! Teníamos un perro galán.
Con el tiempo, Joaquin se siguió escapando. Creo que no es que la pasara mal con nosotros, sino que simplemente su instinto o sus ganas de pasear, de volver a la calle, lo llevaban a escaparse buscando un poco mas de libertad. Pero siempre volvía. Volvía un poco mas flaco, cansado, con ganas de dormir un rato, como si fuera un adolescente volviendo del boliche, con su collar verde en el cuello. Hasta que una vez volvió sin el collar. Maldije a quien se lo había robado y le compre otro. Se volvió a escapar y volvió nuevamente sin su collar. Maldije nuevamente y compre otro collar. Se volvió a escapar y volvió sin el collar. Maldije por última vez y compre otro collar. El perro escapo nuevamente y obviamente volvió sin collar. No maldije ni compre más collares. Y el perro se volvió a escapar, pero esta vez sin collar. Y pasaron 2 o 3 días y el perro Joaquin volvió, ¡con un collar! Era un hermoso collar amarillo con detalles de cuero marrón que seguramente otra familia que también lo había adoptado le había comprado. Mi perro tenía 2 familias. Joaquin no solo era un galán, en realidad era un perro pirata.

Y un día, Joaquin se volvió a escapar. Y pasaban los días y el perro pirata no volvía. Y cuando ya nos habíamos empezado a preocupar de nuevo porque hacia como una semana que nuestro perro no regresaba, el perro volvió. En realidad lo trajeron de regreso. Estábamos tomando mate en la vereda y un auto se detuvo en la esquina. Se abrió una ventanilla y por la ventanilla salto Joaquin y vino saltando feliz hasta donde estábamos nosotros. El auto se estaciono unos metros mas adelante y se bajo un hombre que vino caminando hacia nosotros.
-          ¿El perro es tuyo? Me pregunto el hombre.
-          Si, se nos escapo hace unos días – conteste, empezando a preocuparme por lo que pudiera haber hecho Joaquin durante su ausencia.
-          Estaba en casa desde hace varios días, cortejando a una de nuestras perras. Los perros de casa lo toreaban todo el día, pero él no se quería ir – dijo el hombre con una sonrisa.
-          Como nadie lo venia a buscar, decidimos subirlo al auto y dar una vuelta por el barrio, a ver si el reconocía su casa y lo podíamos devolver – agrego el hombre.
-          Muchas gracias – alcance a contestar mientras el hombre se agachaba para acariciar a mi perro.
-          Cuidalo, es muy lindo perro – me dijo y se despidió de nosotros, los dueños del perro pirata.

Y otro día, un día frio de invierno, Joaquin se escapo y salió disparado para la calle y cuando vio que el portón de los vecinos de enfrente estaba abierto entro corriendo al jardín como una flecha y no paro hasta caerse adentro de la pileta que por suerte todavía estaba llena de agua. Esa vez el que lo trajo de vuelta fue Carlos, el guardia que cuidaba nuestra cuadra por las noches. Volvió todo mojado, sorprendido, con los ojos abiertos muy grandes, como consciente de haber hecho una macana.

Y así pasaron los días y los meses, con nuestra rutina familiar de escapes y regresos perrunos. Hasta un que un día Joaquin salió y una vez mas no volvió a casa. Se había ido para acompañar Marisa, la señora que cuidaba a mi hijo por las tardes hasta la parada de colectivo, cosa que se había acostumbrado a hacer todos los días. Todo iba bien hasta que a mi perro lo traiciono su instinto y salió corriendo detrás de una moto que pasaba por la avenida y un auto que venia por el carril contrario lo atropello. Yo estaba volviendo del trabajo a casa, cuando recibí el llamado de Marisa, que entre llantos me explico que a Joaquin lo habían atropellado.
Al llegar a casa, luego de guardar el auto, disimuladamente salí a buscar a Joaquin. Quería ver si lo podía encontrar para llevarlo al veterinario. Di varias vueltas por la zona donde había sido el accidente, pero no pude encontrarlo. Esa noche no pude encontrarlo.

Al otro día, de madrugada, volví a salir a buscarlo, ya con menos esperanzas de encontrarlo vivo. Y lo encontré. Finalmente lo encontré muerto, en el jardín del frente de una casa, donde estaba acostado, como dormido. Lo alce y lo lleve en brazos de vuelta a casa. Y así, Joaquin, nuestro perro pirata, finalmente volvió con nosotros, para quedarse quietito en una foto, desde donde me mira contento, con un hueso gigante a su lado.

No comments:

Post a Comment