Sunday, November 2, 2014

Spanglish V

Sigamos con la historia de estos dos...


Ella abrió los ojos lentamente. La luz del velador se derramaba por la pared iluminando suavemente la pieza. Lo vió sentado al otro lado de la habitación. Sentado en la silla con rueditas del escritorio. La miraba concentrado. Inclinado hacia adelante en una posición que le pareció bastante incomoda. Los codos apoyados en las rodillas y las manos hacia arriba, soportando el mentón con las palmas y envolviendo los costados de la cara con los dedos. Parpadeó varias veces y se frotó los ojos que le ardían un poco, como si los hubiera abierto antes de tiempo.

- ¿Que estás haciendo ahí? - preguntó finalmente. Las palabras brotaron apenas de la garganta que empezaba a picarle un poco.
- Te miro... - contestó él, sin cambiar de posición ni dejar de mirarla.
- ¿Que me mirás? - preguntó ella.
- Te miro todo - dijo el esbozando una sonrisa.
- Te miraba mientras dormías... Cómo tu pecho subía y bajaba despacio, siguiendo el ritmo de tu respiración... - continuó él
- Cómo acomodabas las manos debajo de la almohada... Cómo las sabanas dibujan las curvas de tus caderas - esta última frase quedó flotando en el aire, mientras ella se empezaba a reir...
- Mentira... versero... ¡me estabas mirando las tetas! - dijó ella, riéndose al mismo tiempo que se terminaba de despabilar y se sentaba desnuda en medio de la cama.
- Si, eso también - dijo él mientras se levantaba de la silla y se acercaba a la cama.

El se subió a la cama, le apartó el pelo de la cara y le dió un beso. La volvió a mirar, esta vez directamente a los ojos. Se sentía, por primera vez en mucho tiempo, tranquilo, muy tranquilo.

Se quedaron sentados en silencio. La noche seguía fluyendo fuera de la habitación. Ruido de autos circulando a lo lejos.

- ¿Pórque me seguís dando pelota? - preguntó él, alejándose un poco de ella.
- ¿Cómo que pórque te sigo dando pelota? - contestó ella, parándose rápido a medio camino entre el enojo y la perplejidad.
Se hizo un breve silencio mientras ambos pensaban una respuesta...
- Vos decís... ¿Pórque estoy con un pelotudo como vos? - respondió ella primero - Pensé que eso lo habíamos dejado claro la primera vez que estuvimos juntos.
- Si, algo así... también me dijiste que te gusta meterte en quilombos - dijo él despacito, como tanteando el terreno.
- mmm... - ella se empezó a dar cuenta por donde venía la mano.
- O sea... lo que quiero saber es si realmente hay algo de mí que te gusta, que de alguna manera te atrae... o... - dijo él, tomando envión para la última oración. 
- ¿O qué, pelotudo? - lo interrumpió ella, apurándolo.
El tomó aire y trató de completar la pregunta: ... o solo estás canalizando tus ganas de hacer quilombo, de llamar la atención... saliendo con un profesor - completó él, atragantándose con las últimas 2 palabras.
No pudo evitar mirarla a los ojos. Los ojos estallaron en llamas. Así durante un instante que a él le parecieron años. Y de pronto, sorprendentemente, en vez de dar paso a una puteada de aquellas, las llamas empezaron a apagarse, dando lugar a una mirada dulce, la más dulce que él le hubiera visto nunca.

- No estoy canalizando nada... hablás como un psicologo - dijo ella mientras estiraba su mano para tomar la mano de él.
- Es solo que me gusta estar con vos - siguió ella lentamente, como buscando las palabras que le hacían falta - Cuando te miro...
- Cuando vos me miras... En tu mirada hay algo que me hace sentir segura... - las palabras seguían brotando despacito.
- Y hace mucho que no me sentía así... así, segura... - siguió ella, completando la frase. 

Hizo una pausa, respiró 2 o 3 veces. Lo volvió a mirar a los ojos. Y después continuó, tranquila...
- Hace mucho que no me sentía así... Siempre estoy como insegura, como con miedo... desde que era chica... - volvió a hacer una pausa.
- ¿De que tenés miedo? - preguntó él, intuyendo la respuesta.
- No sé exactamente... a estar sola... a que me dejen... que me dejen sola - contestó ella despacio, cómo tratando de poner en palabras esa sensación que siempre la acompañaba.

El la abrazó. Ella apoyó la cabeza en el pecho de él.

- Es que... cuando era chica hubo una época que mi viejo nos dejó... a mamá y a mi... - dijo ella, como tratando de explicarse de donde venía el miedo.
- O sea, no es que mi viejo se fué con otra mina... o que no nos quisiera... es solo que... como que necesitó tomarse un tiempo solo... una especie de año sabático... - se dió cuenta que estaba repitiendo palabras de su madre.
- y aunque después volvió con nosotras... a mi como que siempre me quedó la sensación... el miedo... - siguió diciendo ella.
- De que él se volviera a ir... - completó él para sus adentros.

Se quedaron callados. Se abrazaron despacito. Se recostaron y se fueron quedando dormidos, mientras la noche imparable seguía buscando la mañana.