Sunday, May 25, 2014

Como funcionan las conversaciones...

La forma en funcionan las conversaciones / los pensamientos de la gente puede ser muy extraña. A veces, solo una frase, una palabra, puede disparar una serie disparatada de comentarios, que van saltando caóticamente de un tópico a otro, estableciendo relaciones que ponen de manifiesto la línea de pensamiento de cada uno de los participantes...

Hoy estábamos en un aeropuerto. Estábamos esperando que nos llamaran para embarcar y entonces, uno de mis compañeros que se estaba mudando a su nueva casa, dijo: - Estoy renegando con la señal de los teléfonos inalámbricos de mi nueva casa...
- ¿Que problema tenés? - preguntó otro de los viajeros del grupo, levantando la mirada de la pantalla de su celular.
- La señal de la base del teléfono, que está en el sotano, no llega al resto de la casa - explicó el de la casa nueva.
- ¿Y... que vas a hacer? ¿Vas a poner algún tipo de booster? - pregunté yo. Nótese el tono ingenieril de la pregunta, haciendo referencia a un dispositivo amplificador de potencia de la señal...
- Y si... estaba pensando en algo así - Contestó el recién mudado.
- Está bien... Si no querés tener más chicos... Esos niveles de potencia te van a freir los huevos - dijo otro, cagándose de risa.
- En realidad no quiero tener más chicos... ya tengo dos... pero tampoco me quiero agarrar cáncer o algo por el estilo - contestó el de la casa nueva.
- Te va a pasar como a Jaime Bayly, que se agarró cáncer en el cerebro por culpa de las antenas satelitales de sus vecinos ricos - Acoté yo, haciendo referencia a una columna de Bayly que había leído el año pasado.
- ¿Quién carajo es Jaime Bayly? - preguntaron varios.
- Es un periodista y escritor peruano. El tipo cuenta en una columna de un diario que se agarró cáncer justo cuando su madre se había decidido a vender sus empresas mineras en Perú y darle su parte de la herencia en vida... justo se estaba imaginando contando los millones y se viene a enterar que tiene un tumor en la cabeza - expliqué pacientemente, mientras varios me miraban con cara de ¿pórque carajo sabe esas cosas?
- Ja!.. me imagino cómo deben ser las condiciones de trabajo de la gente que trabaja en las minas de ese culiado - dijo el Doctor, mientras varios lo mirábamos tratando de entender que quería decir.
- Una minera en Perú, lo último que hace es preocuparse por la salud y las condiciones de trabajo de sus empleados. Los hacen trabajar en condiciones casi infrahumanas, sin equipamiento adecuado, sin las protecciones necesarias... - terminó de explicar el Doctor, haciendo gala de sus conocimientos geopolíticos y su familiaridad con las condiciones laborales de las grandes empresas latinoamericanas.
- Bueno... yo en realidad lo que quiero ver es por donde puedo pasar unos cables adicionales a través de la losa del piso... para ver si puedo poner otra base del teléfono en la planta baja - terminó diciendo el de la casa nueva.
- ¿Pero que vas a hacer? ¿No vas a poner un cable canal o alguna chotada por el estilo? - preguntó el del comentario de los huevos fritos.
- Y... a mi los cables no me molestan tanto - intentó replicar el de la casa nueva.
- Quedan como el culo... cruzando la pared... atravesando los espacios de las habitaciones - explicó enfáticamente el de los huevos fritos.
- Bueno, pero a mi me interesa más la funcionalidad que la estética... - siguió el de la casa nueva.

Y eso es lo último que recuerdo de la conversación... porque en ese momento mi propia mente se fué de la misma, siguiendo una imágen de Jaime Bayly, enfermo de cáncer, recostado solo en una cama de su casa de Estados Unidos... mientras los demás seguían discutiendo acerca de los cables, las condiciones de trabajo de los mineros peruanos y cual es la cantidad de hijos que se debe tener...

Sunday, May 18, 2014

Porque escribo...

Hay un vídeo en los archivos de TEDx Rio de La Plata que se titula "Como matar al intermediario". El vídeo dura aproximadamente 18 minutos. En el vídeo se puede ver a un gordo que ingresa al escenario por la derecha, se para en medio del escenario, frente a un auditorio lleno de gente y comienza a hablar, apoyándose en el respaldo de una banqueta. El gordo está medio nervioso. Comienza explicando el porqué de su extraño acento. Alrededor del minuto, minuto y 10 segundos, el gordo de extraño acento y bolso en bandolera, haciendo una breve pausa, empieza a explicar porqué empezó a escribir, varios años antes, un blog llamado Orsai

Básicamente, el porqué el gordo empezó a escribir el blog parece originarse / explicarse en 2 hechos terribles: la crisis de Argentina de 2001 y el campeonato de primera que Racing gano ese mismo año. Estos 2 hechos, sobre todo el campeonato de Racing,no deberían haber sido circunstancias terribles por si mismos; pero combinados con la distancia, ya que el gordo estaba viviendo en España, devinieron en tragedia. Era terrible no poder celebrar el campeonato de Racing con su padre, con quien siempre habían imaginado festejarlo juntos. La sensación de estar "fuera de juego", en off-side, terminó de definir el nombre del blog en el cual el gordo empezó a escribir las cosas que sentía, que se imaginaba, las cosas que le pasaban. 

El video / el gordo continúa a lo largo de los casi 17 minutos restantes explicando como el blog devino en éxito, generando una extensa comunidad de fieles lectores / seguidores. Cómo esa misma comunidad años después soportó / acompañó una revista literaria encarada al costado / al margen de la industria editorial tradicional. Cómo la revista a su vez resultó ser un éxito. Cómo el blog y la revista terminaron pariendo un proyecto editorial y un bar... y así, un logro tras otro, hasta el minuto 18. Aplausos, risas, ovación. Más aplausos. Cómo buscar y encontrar la felicidad haciendo lo que a uno le gusta.  

El gordo en cuestión es Hernan Casciari. Es uno de mis ídolos, junto con Maradona y Narda Lepes. Cada vez que veo el video, me quedo pensando... tratando de responder desordenadas las mismas preguntas implícitas que Hernán va respondiendo a lo largo de los 18 minutos... hasta que solo queda una pregunta flotando... la del minuto diez... ¿porqué escribo? ¿porque escribo este blog?

Yo no me fuí a vivir a otro país, pero si vivo lejos de mis viejos y mis hermanos. Hace ya muchos años que solo los veo 2 o 3 veces por año. Suelo estar mas o menos triste. Mas o menos feliz. Generalmente los años pares me suele ir bien. Los años impares no tan bien. Me gusta leer. Me gusta mucho leer. Una compañera de trabajo dice que la gente que lee mucho, que de alguna manera se refugia en los libros, esta tratando de escaparse de este mundo, del mundo real. En mi caso creo que en parte eso es cierto, pero cuando leo siento que no solo me estoy escapando de este mundo, sino que estoy sumando otros mundos, otras vidas a esta que a veces no me alcanza para todo lo que quiero hacer, todo lo que quiero ser.

Creo que empecé a escribir este blog como consecuencia de una larga serie de pequeños acontecimientos... Nada dramático. Nada puntual. Mi club no salió campeón. No hubo una crisis económica... o mejor dicho fueron varias... Solo una colección de pequeñas tristezas, de pequeñas alegrías, me fueron llevando, arrimando a un punto en el que naturalmente / orgánicamente, comencé a escribir... y las cosas buenas que me pasaban se volvían mejores cuando las escribía, alterándolas apenas al pasarlas al teclado... y las cosas malas, de pronto pesaban menos, como si se volvieran distantes / etéreas al verlas en la pantalla de la notebook... y empecé a tomar breves textos que había escrito hace muchos años y volví a recordar lo que sentía cuando los escribía... y traté de escribir solo cuando tenía ganas, cuando algo que me pasaba, algo que leía o veía, me disparaba las ansias de ver el texto terminado en la pantalla... y después traté de escribir como respetando un hábito, una vez a la semana, como si tuviera que entregar una columna para un diario... y escribí cosas que viví en carne propia... y escribí cosas que vivieron o pudieron vivir otros... cosas que pasaron... y cosas que nunca van a pasar...

No creo tener todavía la respuesta definitiva a la pregunta... esa pregunta... la razón de mi escritura... solo sé que, como dice mi biografia levemente distorsionada, cuando estoy escribiendo siento algo parecido a la felicidad.

Thursday, May 8, 2014

Desorden

Mi relación con el orden y el desorden es un poco complicada. Todos los días despierto manoteando el celular mientras volteo algunos de los objetos amontonados encima de la mesa de luz. La última Orsai, un libro de crónicas, un libro de Juan Villoro, la cámara de fotos, un radio reloj que hace por lo menos un año esta sin pilas, un velador que me regaló mi suegra, dos o tres piedras viajeras que mis hijos trajeron de las últimas vacaciones...¿o fueron las ante-ultimas?..  el celular que hace las veces de despertador. 

A veces, las menos de las veces, después de apagar la alarma del celular, me levanto inmediatamente. Otras veces, me vuelvo a quedar dormido. Cuando finalmente me decido a salir de la cama, medio dormido y en cuatro patas busco los zapatos y / o zapatillas que están desparramados por el piso, alrededor y debajo de la cama. 

Encaro para el baño. En el medio del baño hay una silla. Arriba de la silla hay ropa. Ropa que no necesariamente esta limpia. Ropa mía. Ropa de los chicos. Ropa de distintas eras.

Me miro en el espejo. Hay un tipo con cara de dormido que me mira del otro lado. Barba de varios días. Incipientes ojeras. Tomo mi cepillo de dientes, separándolo de la colección familiar de cepillos. Se supone que el cepillo de dientes debería cambiarse cada 2 o 3 meses. El mío ciertamente superó ese período de uso hace rato. Las cerdas gastadas han perdido su prolija alineación y me miran como diciendo ¿cuando iremos a descansar de este tipo y sus dientes torcidos?

Finalmente el cepillo vuelve con sus congéneres y yo sigo mi recorrido que desemboca en la cocina. A buscar mi taza naranja. Si tengo suerte, la taza va a estar limpia. Si tengo aún mas suerte, la cafetera va a tener café. Busco la leche en la heladera. El interior de la heladera es un pequeño universo en sí mismo. Siempre hay dos o tres tuppers con distintas comidas descomponiéndose en su interior. Una o dos cremas de leche en distinto grado de decadencia. No alcanzan, no sirven las fechas de vencimiento. Es necesario, indispensable, valerse del olfato.

Vuelvo a mi habitación, esquivando una tabla de planchar que no usé y varias pilas de ropa. Me visto con la ropa menos arrugada que encuentro. En el proceso, arrojo la remera que usé para dormir en algún lugar que no voy a poder recordar. El principal desafío es poder encontrar dos medias iguales en mi cajón de las medias. Es como si las medias estuvieran vivas y por las noches, mientras no las miro, decidieran entremezclarse, escaparse abandonando a sus parejas.

Salgo corriendo para la oficina. Mientras abro el portón para sacar el auto miro una vez más hacia los vestigios de los materiales de una obra que terminamos hace años, apilados detrás del muro del jardín. Me vuelvo a repetir que algún día los voy a sacar de allí, desarmando ese pequeño recordatorio de mi propia naturaleza.

Guardo la mochila en el baúl del auto. Dentro del baúl esta la rueda de auxilio toda embarrada que prometí colocar en su soporte al volver del último viaje. El auto arranca sin inconvenientes. La tierra que lo cubre, principalmente por fuera, no impide que el motor funcione perfectamente. Al mirar hacia atrás, mientras maniobro para sacarlo de la cochera, alcanzo a divisar una media sucia de mi hija tirada sobre el asiento y un vaso de cartón en el piso. Hija de tigre. Al volver la vista al frente, re-descubro la pila de papeles, facturas y tickets amontonada sobre la guantera. Por las dudas, ni siquiera intento abrir la guantera.

Recorro el mismo camino todos los días. Al llegar a la oficina, los papeles desparramados están ahí, sobre el escritorio, donde estaban ayer, y antes de ayer y antes de antes de ayer. Hay un post-it color rosa pegado en el monitor. En el post-it está escrito un número de teléfono que no puedo recordar de quien es.

Saco la notebook de la mochila y miro de reojo a la informe masa de papeles que sigue allí dentro, oculta de la vista de los demás mortales. Recibos, facturas, boletas de luz, boletas de teléfono, revistas del cable se amontonan en plácida anarquía.

Trabajo durante todo el día. Anoto cosas en el pequeño pizarrón de mi escritorio. Hago listas en las cuales trato de priorizar lo que tengo que hacer, lo que no debo olvidar. La superficie blanca de a poco se va cubriendo de anotaciones, flechas, símbolos... gradualmente el desorden aflora, reinando también allí. 

Al volver a casa por la tarde, descubro que el desorden me siguió esperando pacientemente durante todo el día, allí donde lo dejé al irme a trabajar. Lo poco que mi mujer pudo haber acomodado por la mañana, se vuelve a desordenar en escasos minutos, como si nunca nadie hubiera intentado alterar esa capa consistente de caos que cubre la mayoría de las superficies de nuestro hogar. 

Después de cenar, mientras miro en la tele algún programa infantil con mis hijos, observo detenidamente los rastros del desorden. La mesa del comedor cubierta de papeles y útiles de mis hijos. Las bibliotecas con los libros cubiertos de más papeles. Los respaldos de las sillas cubiertos con ropas, toallas y repasadores.

Finalmente, como todas las noches, mientras me voy quedando dormido mirando el techo acostado en la cama, imagino que mañana voy a despertar y todo va a estar ordenado y yo voy a ser yo, pero un yo más prolijo.

Sunday, May 4, 2014

Incapacidades...

El otro día leí un texto de Juan Villoro, en el cual el escritor mexicano relataba / relacionaba dos hechos de su infancia: la llegada del hombre a la luna y su incapacidad para silbar fuerte. Aparentemente, el niño Villoro no era capaz de silbar lo suficientemente fuerte como para poder llamar desde la calle a una chica, que vivía en un cuarto piso, de la cual estaba enamorado.

Yo tampoco podía silbar fuerte cuando era chico. Podía silbar suavecito acompañando una canción, pero no podía lograr un silbido que fuera lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de alguien en la calle, o para usarlo en la cancha, chiflando al referí. Al día de hoy, sigo sin poder silbar fuerte.

Hay otras debilidades / incapacidades que me acompañan desde chico. Por ejemplo, nunca aprendí a atarme correctamente los cordones de los zapatos. Recuerdo de chico estar sentado en el piso, en una colonia de vacaciones, los demás nenes formándose en filas. Yo estoy llorando. No puedo atar los cordones de mis zapatillas Flecha. Mi hermana se acerca y me rescata, atándome los cordones. 

Mi mujer, bastante diplomática, dice que me ato los cordones de una manera extraña. Miro los canales de programas infantiles y cuando aparece algún programa educativo donde enseñan a los niños a atarse los cordones haciendo dos orejitas me pongo a practicar junto con mi hija de tres años. Lo de las dos orejitas me funciona mas o menos. Generalmente una de las orejitas se me desarma a mitad del proceso y termino estirando uno de los cordones, pellizcándolo a través del lazo que alcancé a formar con la otra orejita. Mi hija me mira, me muestra sus propios cordones y me pregunta: ¿Papi, están bien mis cordones?. Afortunadamente, aún no se da cuenta que su padre no tiene la autoridad moral para juzgar la terminación de sus nudos.