Friday, February 28, 2014

Un sueño

Un sueño recurrente... Abrís los ojos y estas solo en la oscuridad. Silencio... de a poco vas reconociendo una especie de murmullo, como de gente hablando en voz muy baja. Das un paso y el piso debajo de tus pies cruje. Madera. Te quedas quieto, reteniendo la respiración, tratando de identificar los sonidos a tu alrededor. El murmullo nuevamente. De pronto escuchas el ringtone de un celular. Suena una, dos veces y se apaga. Contás los segundos pasando interminables. Das otro paso. Cerras los ojos. Tratas de identificar las voces que susurran. Abrís lo ojos nuevamente. Fijás la mirada en un punto delante tuyo. De a poco empezás a acostumbrarte a la oscuridad. Y en ese momento, se empieza a correr una cortina, un telón. Ahora podes ver mas allá, mas lejos. Una sala grande, oscura. Parece estar llena de gente. Público. No podes verles las caras. Sabes que están ahí, pero no podes verles las caras. Se encienden las luces y te encandilan. Estas parado en medio del escenario. Sentís las miradas de todos en la sala clavadas en tu cara, en tu pecho. Querés hablar, gritar, pero las palabras se atragantan sin poder salir. Tratas de cubrirte la cara. Con una mano haciendo de visera tratás de ver algo bajo la luz que te baña despiadada. Empezás a llorar... y en ese momento te despertás en la oscuridad. 

Thursday, February 27, 2014

Spanglish III

A ver... sigamos con la historia del profe y la alumna... unos días despues


Estaba leyendo el diario por Internet cuando vio la noticia: “Whatsapp fue comprado por Facebook”. Automáticamente se acordó de ella. Había demorado todo lo posible el reencuentro, el siguiente contacto. La época de exámenes había ayudado un poco. Hubiera sido bastante incomodo, al menos para él, encontrarla de nuevo en la facultad, después de aquella noche. Además, sabía que ella lo iba a fulminar con la mirada en cuanto lo viera. La conocía lo suficiente como para saber que no le había hecho gracia su huida furtiva en la madrugada. No es que fuera una mina romántica que esperaba que la despertaran llevándole el desayuno a la cama. Aunque sea podría haberse despedido.

Decidió llamarla. De todas formas tenían que volver a verse. Quería volver a verla. Una parte de él había pasado los últimos días pensando en ella. Su imagen estaba ahí, flotando todo el tiempo en su mirada, como interfiriendo en su visión del mundo. Busco el celular en el bolsillo del saco. Lo tomo con la mano derecha y dibujo el patrón de desbloqueo. Abrió la lista de contactos y busco su nombre. Su contacto solo tenía cargado el teléfono, sin foto ni mail. Presiono el botón verde de llamar mientras se llevaba el teléfono al oído. Después de unos segundos escucho el tono de llamado. Uno, dos, tres, cuatro tonos y después el mensaje impersonal del contestador: “tres, cinco, uno, dos…”. Corto antes de llegar al “…no está disponible…”.

Estaba seguro que ella no lo iba a llamar. Y él tenía ganas de volver a llamarla. Una y otra vez. Hasta que pudiera volver a escuchar su voz del otro lado de la línea. Y quería volver a verla. Y mirar sus ojos y sus piernas delgadas. Y sus manos con esos anillos que a él le gustaban tanto.

Sabía que ponerse cargoso, después de varios días de no verla, de esquivarla, no era la mejor idea. Se sentía un adolescente pelotudo corriendo detrás de la minita que le gusta. Corrección, se sentía como era él cuando adolescente y una minita le gustaba. Los adolescentes de ahora ya no hacían esas cosas. El interés en una persona, una relación, es de pronto efímero, volátil. Como si no pudieran mantener la atención en algo que no fuera un teléfono celular por más de 5 minutos. El los veía llegar en los primeros años de la facultad, prendidos a sus móviles, chateando sin levantar la cabeza, conectados entre sí en alguna de las redes sociales de turno. Y trataba de acercarse a ellos. Remover barreras. Establecer contacto. Entender ese mundo de ansiedad permanente. Solo hoy. Todo ya. Hay que viajar ya. Conocer gente ya. Encontrar alguien que te gusta ya.

Y un día llego ella. Él la vio y lo primero que pensó fue que era la típica nena de papa. Malcriada. Intuyó que ella iba a buscar siempre y a cualquier precio ser el centro de atención. Podía recordar su pelo largo suelto. Su suéter azul casi eléctrico. Jeans gastados. Botas marrones. Flaca. La vio caminando rápido por un pasillo, viniendo hacia él y en ese momento alguien, otro de sus alumnos, la llamo y se acerco para presentarlos.

Después empezaron a verse en clase y resulto que ella no solo era linda, con esa lindura imperfecta tan propia de ella, sino que además era muy inteligente. Y tenía un sentido del humor bastante ácido. Y de a poco el se fue encariñando con ella. Y paso a ser su favorita en la clase. Y afuera de la clase. Y cuando se cruzaban en un pasillo  de la facultad, el se detenía y se quedaban charlando, de cualquier cosa. Y si él pasaba por la puerta del bar de la esquina de la facultad y la veía sentada adentro, automáticamente entraba, pedía un café y se sentaba a mirarla.

De alguna manera, ella se dio cuenta. En algún momento sus miradas se cruzaron y ella se dio cuenta. Y contra todo pronóstico, en vez de rechazarlo, de a poquito le empezó a dar señales, tibias, vagas. Y él la siguió mirando, buscando. Y se empezaron a encontrar fuera de la facultad. Una vez. Varias veces. Y él le hablaba de cine y de libros. Y ella le hablaba de los viajes que había hecho y los que quería hacer. Y aunque casi no tenían nada en común, podían pasar horas hablando, simplemente mirándose.

En algún momento a él se le había disparado una alarma interior que le decía que eso que estaba empezando a pasar cuando estaba con ella, cuando la miraba, estaba mal. El ya conocía esa alarma. No era la primera vez que le pasaba. Podía recordar otras alumnas que habían causado cuadros similares en el pasado. Una parte de él decidió ignorar la alarma. Otra parte empezó a sentir culpa. Y para esa época fue que empezó a soñar con ella.

La vibración del teléfono en el bolsillo lo trajo de vuelta. Era ella, devolviéndole la llamada.

Saturday, February 15, 2014

Adiós a Santiago Feliú

Se murió Santiago Feliú. El último miércoles, el post de una amiga en Facebook nos avisaba con una puteada que Santiago Feliú había muerto. Y yo, que algo conozco de Silvio Rodriguez, debo confesar que no sabía nada de él. 

Fue cuestión de googlear y encontrar en Youtube parte de su obra y empezar a entender por donde iban sus letras, su poesía.


Pequeño homenaje para el, con la canción “Para Bárbara”


Friday, February 14, 2014

Día de San Valentín

14 de Febrero. Día de San Valentín. Día de los enamorados. Para muchos una fecha más en el calendario de días festivos creados / publicitados / masificados a instancias de diversas ramas del comercio que ven en este festejo una oportunidad más de vender chocolates, flores, tarjetas y cualquier otra mercadería que se les ocurra que puede representar el amor que una persona siente por otra.

En mi caso particular, el día de San Valentín tiene una connotación bastante especial. Para nosotros, el 14 de Febrero no es solo el día de los enamorados. Para nosotros, también es el día en  que nació nuestra perra Valentina, hace varios años; como un pequeño milagro, saliendo de la panza de su mama un día más tarde que el resto de sus hermanos cachorros. Y también es el día en que me di cuenta, también varios años atrás, que estaba enamorado.

No sucedió en un boliche, mientras descubría el tatuaje en su hombro o sus largas piernas bajo la minifalda. No fue en una playa paradisíaca caminando bajo el sol agarrados de la mano. No tuve una revelación al despertar, después de pasar la noche juntos.

Lo mío ocurrió en un sanatorio. Específicamente en el pasillo de un sanatorio. Un lugar de mierda para pasar el día de San Valentín, o cualquier otro día. Mientras la despedía soltándole la mano para que la camilla se la llevara al quirófano, me di cuenta ahí, de golpe, que me estaba quedando solo. Solo en ese pasillo. Solo en el mundo.

Habíamos pasado la noche anterior dando vueltas entre la guardia del sanatorio y una habitación donde la internaron, preparándola para una eventual operación de urgencia. Los médicos de la guardia con cara de cagazo nos mandaban a hacer un estudio atrás de otro, ecografías, análisis; tratando de acertar un diagnostico que explicara que hacíamos ahí, en la guardia de un sanatorio, rodeados por accidentados y gente descompuesta, mientras el resto del mundo festejaba su amor. Y el diagnostico de los médicos iba cambiando, variando, mutando, hasta que se fue definiendo en una frase que incluía palabras como “ectópico” y “hemorragia”.

Y todo el tiempo yo la acompañaba. La acompañé. Tomándole la mano. Tratando de mantener la calma. Tratando  de mostrarme calmo. Perdiendo la noción del tiempo a lo largo de esa noche larga. Aferrándome a su mano, como si al soltarla el que pudiera perderse fuera yo. Yendo y viniendo por los pisos y pasillos del sanatorio.

Y terminamos en la habitación. Y llegó la mañana. Y la luz. Y vino un médico que se presento como el médico que la iba a operar. Y yo lo saludé y escuché como un autómata lo que nos explicaba. Y era como que estaba muy lejos, como si estuviera viendo / escuchando al médico a miles de kilómetros, a través de una transmisión vía satélite.

Y después vino una enfermera y me pidió que saliera de la habitación para que pudiera preparar a mi mujer para la operación. Y yo salí de la habitación. Y me encontré con mi suegro. Y mi suegro tenía una cara de calma / cagazo igual a la mía. Y los dos nos quedamos quietos, callados, mirando el piso del pasillo. Y después vino la camilla. Y se la empezó a llevar para el quirófano. Y la acompañamos. La acompañé hasta una puerta donde me dejaron despedirme. Y ahí le dí un beso y la miré, la carita bajo la cofia blanca que le habían puesto y le solté la mano, despidiéndome. Y ahí, en ese momento, como recordando de golpe algo que siempre había sabido, me di cuenta que estaba enamorado de esa mujer que hacia años tenía a mi lado.



Hoy es 14 de Febrero otra vez y este texto es mi regalo para ella. Sé que en algún momento lo va a leer y no me va a decir nada. Al menos no inmediatamente. Quizás más adelante. En algún momento vamos a hablar como al pasar de las cosas que escribo y ahí tal vez si se anime a decirme si le gustó.

Sunday, February 9, 2014

Casualidades...

Si usted busca en Google “Pablo Abian”, se encontrará, como resultado de la búsqueda, con 206.000 links referidos a Pablo Abián. Más del 99% de los enlaces se refieren a Pablo Abián, el jugador español de Bádminton, quien da la casualidad se llama igual que yo (o yo me llamo igual que él, según como se quiera ver…).

Wikipedia, por ejemplo, empieza diciendo: “Pablo Abián (Calatayud, España, 1985)1 es un jugador de bádminton que ha participado en los Juegos Olímpicos en dos ocasiones (Pekín 2008 y Londres 2012), medalla de plata en los Juegos del Mediterráneo en 2013, once veces campeón de España Absoluto (siete de ellas en individual masculino) y que en la actualidad pertenece al Recreativo de Huelva-IES La Orden.”

La pagina titulada: PABLO ABIAN: EL HOMBRE RECORD, dice: “Pablo Abián hace historia alcanzando la mejor posición en el ranking mundial que un español haya alcanzado jamás. El bilbilitano número 39 del mundo bate así su propio récord del 18 de octubre del 2007 cuando ocupó el número 41. El bádminton es pañol puede sentirse orgulloso de contar con jugadores tan competitivos como Pablo quien representa un ejemplo para nuestros jóvenes jugadores para salir a las pistas del mundo con la cabeza bien alta y con la seguridad de que ser español es una garantía de éxito.”

Pablo Abián, además tiene una página propia: http://www.pabloabianrio2016.com/es/, en la cual se puede acceder al calendario de campeonatos, imágenes, videos e información de prensa correspondiente a la carrera de este famoso deportista nacido en 1985, quien en este momento de su carrera apunta a participar de sus terceros juegos olímpicos en Rio 2016.

Debe tratarse de un pariente lejano o a lo mejor no tan lejano, probablemente primo o hijo de un primo, ya que este Pablo Abián jugador de bádminton, es originario de Calatayud, ciudad de la provincia española de Zaragoza, región de Aragón. Casualmente, mi abuelo Pedro, quien en realidad portaba el nombre completo de Pedro Virgilio Abundio Abián y que viniera a la Argentina desde España, allá por 1951, era originario de un pueblo llamado Monterde, cerca de Calatayud, también en la región de Aragón.


Finalmente, Pablo Abián, al igual que yo, tiene un hermano que se llama Javier. Aquel Javier Abián también juega al bádminton y hace pareja en los dobles con su hermano Pablo, con quien ha ganado el campeonato español de dobles masculino en 3 ocasiones (2010, 2012 y 2013).