- ¿Porque me pediste que viniera acá? - pregunto ella mientras se
sentaba enfrente de él y colgaba la cartera diminuta del respaldo de la silla. Estaba
hermosa. El bar estaba lleno de gente a esa hora. Esa franja horaria de happy
hour entre el final de la tarde y el anochecer de la ciudad garantizaba un
entorno completamente superpoblado de conversaciones y ruido ambiente casi
ensordecedor dentro de cada uno de los bares y cafés del centro.
- Quería verte - contesto él. A veces las respuestas cortas y sinceras
eran las mejores.
- Pero como... ¿no era que no teníamos que vernos más fuera de la
facultad? - dijo ella, mientras se empezaba a enojar, a calentar como una
pava...
- Si, ya sé que dije que no teníamos que vernos más... pero tenía ganas
de verte... y...
Y ella lo miro en silencio. Lo miro furiosa. Y sus ojos decían: "y
a mí que mierda me importa... me dijiste que no nos teníamos que ver... y ahora
me venís con que tenes ganas de verme... ¿qué te crees, pelotudo, que somos
adolescentes histeriqueando en un boliche?"
- ¿Soy un pelotudo, no? – tiro rápido él, adelantándose una jugada.
- y Si. Sos un pelotudo – Ella había superado la etapa del respeto a las
investiduras / los roles hacía mucho tiempo, el mismo día que por primera vez
el se había referido a sí mismo como al “imbécil del Jefe de Cátedra”, en un
guiño cómplice que los invitaba a ellos, a sus alumnos, a faltarle un poco el
respeto.
- Vos fuiste el que me explico que aunque soy tu favorita, no estaba
bien que nos viéramos fuera de la facultad… también te acordas que te explique que
no entendía muy bien porque me decías eso…si entre nosotros no pasaba nada… -
dijo ella, repasando / reviviendo la conversación que había formalizado el blanqueo
de este juego que los dos venían jugando desde hacía varios meses.
- Si, me acuerdo… después te dije que nosotros no debíamos, no podíamos ser
como los personajes de la película “Spanglish” – Costumbre pelotuda esa de siempre
buscar referencias cinematográficas.
- Y yo te conteste que no había visto la película – dijo ella, riéndose de
nuevo como la primera vez que había mencionado esas palabras.
- Me cagaste toda mi preparada alocución… como siempre – dijo él, mientras
una sonrisa empezaba a asomarse a su cara.
- Desgraciada… Te tuve que contar parte de la película…perdí todo el “momentum”
tratando de describir los personajes del Chef, la empleada mexicana y la esposa
del Chef…las relaciones entre ellos…
- Sabes que finalmente nunca la vi… a la película… - dijo ella, mientras
se seguía riendo, gozando de la impunidad que le daban su juventud y su egoísmo
a flor de piel.
- ¡Obvio que no la vas ver! Es como pedirme a mí que escuche la música que
escucha mi hijo mayor. Peor, como pedirme que me guste la música que escuchan
mis hijos. – Dijo él, riendo y agarrándose la cabeza con las manos.
- Pero me acuerdo de la escena de ellos dos… recuerdo tu relato de la
escena de ellos dos en el restaurante de él… Los dos solos, finalmente solos,
arrastrados por el devenir de la noche hasta un sillón… Ella mirándolo en
silencio mientras él le dice que en cuanto toquen el suelo, el suelo se los va
a tragar, devolviéndolos a la realidad – las palabras salieron despacito, cada
vez más despacito de la boca de ella, que de a poco había dejado de reír.
- Y ella lo mira y salta al suelo, justo a tiempo… justo antes que
alguno de los dos cruce la línea que los separa… todas las líneas que los
separan… – termino de decir ella, mientras los ojos le empezaban a brillar, nítidos,
fijos en los ojos de él, que también se iba dando cuenta que ella finalmente entendió,
ahí en ese preciso momento, lo que esa escena quería contar. Lo que él le había
querido contar.
- ¿Entendes? ¿Ahora entendes? – Pregunto él, después de varios segundos
de silencio.
- Nosotros no podemos vernos. No tenemos que vernos porque nuestras
vidas son como las de los personajes de la película. – dijo él, atragantado con
las ultimas silabas, tratando de apurar el final de la conversación, del
encuentro.
Ella lo miraba en silencio. Ahora esto si se parecía a la escena de la película.
Ella estaba mirándolo, hermosa. Hermosa como era ella para él. O sea, cuando
estaba con ella la miraba y la miraba y no la encontraba tan atractiva. Hasta
le parecía demasiado flaca. Pero cuando realmente entendía su belleza era cuando
dejaba de verla y se pasaba las noches y los fines de semana pensando en ella,
en sus manos, en su pelo, en su cuerpo joven que imaginaba desnudo bajo las
ropas ajustadas.
-Además, vos realmente no te fijarías en alguien como yo. O sea, a veces
creo que esto es solo una especie de estúpida paranoia mía. Un poco de típico histeriqueo
alumno / profesor fuera de lugar – dijo él, empezando con la estrategia
defensiva que tantas veces había ensayado para escapar de esa situación.
- A ver… ¿Por qué decís eso?... Vos que la tenes tan clara… - dijo ella,
rompiendo su silencio, adelantándose en la silla.
- Porque vos sos hermosa… y te gustan los tipos lindos… pendejos lindos…-
dijo él, mientras pensaba como mierda salía de esta…
- Claro… soy una pendeja superficial y pelotuda que solo se fija en la
apariencia de la gente, de sus parejas – De vuelta enculada.
- No quise decir eso… es solo que las parejas que te conozco, al menos
de la Facultad, son más bien “bonitos” – No había forma de arreglarla. Se dio
cuenta al mismo tiempo que terminaba de pronunciar “bonitos”.
- ¡Y vos que mierda sabes de mis parejas!… ¿acaso me estuviste espiando?...
¿Estuviste preguntando por los pasillos de la Facultad? De donde carajo sacas
esas ideas de mí, de lo que soy… de lo
que me gusta… de lo que quiero… - termino ella, bajando un poco el tono al
final.
- ¿Eso es lo que pensas de mi? – las palabras salieron apenas de sus
labios.
- Perdón… sabes que lo último que quisiera es lastimarte… - dijo él,
mientras miraba como sus manos se empezaban a mover lentamente por sobre la
mesa.
Intento detener el movimiento de sus manos. Pero ellas ya no le
obedecieron y terminaron tocando las manos de ella. Y ella lo miro. En llamas,
los ojos incendiarios.
- Perdón… perdón… - repitió ella, imitándolo.
- que pelotudo habías resultado ser… Así que una mina como yo no se
puede fijar en un pelotudo como vos… - continúo ella, después de una breve
pausa.
- Y si… ¿Cómo te podes realmente fijar en mi?... no hay posibilidades…
dijo él, titubeando.
- Eso lo vamos a ver… dijo ella mientras se levantaba de la silla y
agarraba la cartera.
- ¿Cómo?... – alcanzo a preguntar él, mientras algo dentro suyo se
empezaba a dar cuenta que sí, que a lo mejor ella finalmente si podía fijarse
en alguien como él. Pese a la diferencia de edad, pese a que se suponía que
estaba mal. Pese a todo el universo de quilombos que se estaba empezando a
despertar en ese mismo instante.
- Dale, veni… veni conmigo – dijo ella mientras le estiraba la mano y
empezaba a sonreír, desvergonzada, feliz. Feliz de haberlo sorprendido, de
haberse sorprendido. Y él se levanto y le tomo la mano y también se sintió feliz.
Estúpido y feliz.
- Sera que me gusta meterme en quilombos – le dijo ella finalmente al oído
mientras salían del bar.